Alertan por un preocupante aumento del área anegada en la Región Pampeana
Investigadores explican el problema y aportan guías para su solución.

Los encharcamientos e inundaciones asociados al ascenso de las napas freáticas afectan gravemente a la actividad.
Los períodos climáticamente húmedos vienen y van, sin embargo el nivel de las aguas en esta llanura, como la hoja de un serrucho con los dientes mirando al cielo, sube rápido y baja de forma gradual sin alcanzar la profundidad inicial al final de cada ciclo. En poco tiempo, las napas a menos de 50 cm de la superficie y un número creciente de áreas encharcadas y lagunas podrían poner en jaque a la producción agropecuaria y a las demás actividades en la región.
Esteban Jobbágy, docente de la Especialización en Teledetección de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) e investigador del Conicet en la UNSL, advierte sobre la severidad de este problema que avanza sobre nuevas zonas, involucrando en la actualidad unos 120.000 km2 en los que se anega del 20 al 40% del paisaje. Sus trabajos involucraron la participación de Marcelo Nosetto, Raúl Giménez y Jorge Mercau. Grupo de Estudios Ambientales – IMASL, Conicet y Universidad Nacional de San Luis (UNSL).
Las inundaciones
En el oeste pampeano existen áreas que históricamente han sufrido ciclos de anegamiento y que atravesaron su última “gran ola” de inundaciones entre el 1996 y 2001, cuando llovió 20% por encima del promedio histórico. En ese lapso, la superficie afectada en la región creció del 3 al 27% y las napas subieron de 3,5 a 1,3 m de profundidad. En otros términos, un aumento de 800 mm en el almacenaje de agua en el suelo durante 5 años redujo un 50% el área agrícola. Si bien la inundación se retrajo, los niveles freáticos no volvieron a los de 1996, y actualmente están a 2 m de profundidad. Esto implica que hoy, la misma inundación se podría repetir con sólo la mitad del aumento del almacenaje que ocurrió en 2001.
Por otro lado, varias zonas de la llanura donde no existen registros históricos de anegamientos masivos comenzaron a exhibirlos en los últimos cinco años. Por ejemplo, más del 25% de la región centro-este de Córdoba, cuyas tierras —originalmente pastizales— se encontraban entre las más fértiles del país, hoy está bajo el agua. En la localidad de Marcos Juárez, los niveles freáticos medidos por el INTA vienen trepando desde 11 m de profundidad (1970) hasta 1 m (2016). Por primera vez en la zona, las construcciones están sufriendo daños y fallas estructurales asociadas al anegamiento.
Más al norte, la localidad de Bandera (Santiago del Estero), uno de los focos agrícolas más antiguos y extensos del bosque chaqueño seco, también presenta anegamientos sin precedentes. Hasta los ‘90, esta región se cubría esporádicamente con agua sólo en la zona de cauces de río, ambientes salinos de poca aptitud agrícola. A partir de los años 2000, y en especial en los últimos años, aparecieron por primera vez anegamientos en los lotes de las partes zonas más altas de la región. Las napas freáticas, a más de 8 m de profundidad cuando se construía el ferrocarril, ya llegaron a la superficie y con aguas muy salinas.
El examen de las series históricas de lluvias en esta zona, al igual que en el centro de Córdoba, no muestra una situación muy excepcional: pese a que los años recientes fueron húmedos, en el pasado ocurrieron períodos más húmedos aun. Si bien las fluctuaciones de las lluvias explican en parte la subida de las napas, la tendencia sostenida de ascenso está más relacionada al cambio en el uso de la tierra.