Tiempos de reflexión y de autocrítica - Por Cristian Mira
El mayor valor de la Comisión de Enlace fue haber demostrado que se puede actuar unidos pese a las diferencias individuales, eso es lo que le faltó a la oposición, dijo el escritor Santiago Kovadloff el miércoles pasado en el cierre de la jornada sobre ganadería organizada en la Universidad Católica Argentina.
27deAgostode2011a las08:45
Si la dirigencia rural y los productores que se interesan en los temas públicos todavía reflexionan sobre el nuevo escenario político que se abrió tras el resultado de las elecciones primarias deberían tener en cuenta las palabras del ensayista.
Quizás, a modo de autocrítica, en la Comisión de Enlace tendrían que preguntarse por qué no lograron desarrollar un mecanismo para procesar las diferencias internas y construir una organización con representación e influencia real en los temas públicos. Sobran los ejemplos de zancadillas, pasos en falso y discusiones internas sin sentido que le hicieron retroceder varios casilleros a una agrupación que, en su momento, le demostró a la sociedad política que era posible construir más allá de las diferencias individuales. Egoísmos, personalismos y la falta de una visión estratégica contribuyeron a erosionar al frente común. Tampoco parecen haber aportado demasiado en este tiempo los autoconvocados que están más tentados a lanzar furibundas críticas por internet que a participar en un proceso colectivo o a ingresar en las entidades para cambiarlas desde adentro.
La reflexión y la autocrítica debería también extenderse a los medios de comunicación. Acaso habría que preguntarse si no fueron apresurados los análisis que se hicieron sobre los resultados electorales de Córdoba y Santa Fe que atribuyeron la derrota del oficialismo al "voto del campo". Quedó comprobado que la gente de los pueblos -empleados, comerciantes, obreros o amas de casa- no necesariamente vota igual que los productores, pese a que viven de lo que genera el campo. Hay otras visiones e intereses en juego. Y los temas que les preocupan a los productores -regulaciones, presión impositiva y ausencia de reglas para el largo plazo- no formaron parte del debate político. Es que las campañas políticas no discurren sobre plataformas o ideas sino sobre personalidades.
El Gobierno, en cambio, sintió el impacto del conflicto por la 125 y provocó algunos cambios. Le dio un rango político superior a la Secretaría de Agricultura y, al menos públicamente, se cuidó de agredir al campo. Con el Ministerio se preocupó por apagar los focos de conflicto más calientes y colocó a una figura como Julián Domínguez que se presenta como dialoguista. Claro, se dirá y con justa razón que los aspectos centrales de la política agropecuaria no se deciden en el Ministerio de Agricultura sino en la Secretaría de Comercio Interior, con el aval explícito de la presidenta Cristina Kirchner. Y que la cartera agrícola tiene como primera opción de diálogo y entrega de fondos públicos a la Federación Agraria. Eso es cierto, pero para el kirchnerismo el agro ya no es un sector ausente como lo era hasta antes de la pelea por las retenciones móviles.
Si triunfa en octubre, deberá decidir si "profundiza el modelo", lo que implica una radicalización de las medidas hoy vigentes o sigue sin mayores alteraciones el rumbo actual. Para la producción el escenario ideal sería aquel en el que se pudiera ingresar en una etapa más cercana al diálogo que a la confrontación.
"Le temo a un kirchnerismo con más del 50 por ciento de los votos", decía un empresario de la agroindustria que suele tener conversaciones periódicas con los funcionarios del Gobierno. "Están, por un lado, los que dicen que hay que seguir como hasta ahora y, por otro, los que creen que es tiempo de tomar medidas de fondo. Eso sí, todos saben que la decisión está en manos de Cristina", dijo el ejecutivo que pidió reserva de su nombre.
Los secto
Quizás, a modo de autocrítica, en la Comisión de Enlace tendrían que preguntarse por qué no lograron desarrollar un mecanismo para procesar las diferencias internas y construir una organización con representación e influencia real en los temas públicos. Sobran los ejemplos de zancadillas, pasos en falso y discusiones internas sin sentido que le hicieron retroceder varios casilleros a una agrupación que, en su momento, le demostró a la sociedad política que era posible construir más allá de las diferencias individuales. Egoísmos, personalismos y la falta de una visión estratégica contribuyeron a erosionar al frente común. Tampoco parecen haber aportado demasiado en este tiempo los autoconvocados que están más tentados a lanzar furibundas críticas por internet que a participar en un proceso colectivo o a ingresar en las entidades para cambiarlas desde adentro.
La reflexión y la autocrítica debería también extenderse a los medios de comunicación. Acaso habría que preguntarse si no fueron apresurados los análisis que se hicieron sobre los resultados electorales de Córdoba y Santa Fe que atribuyeron la derrota del oficialismo al "voto del campo". Quedó comprobado que la gente de los pueblos -empleados, comerciantes, obreros o amas de casa- no necesariamente vota igual que los productores, pese a que viven de lo que genera el campo. Hay otras visiones e intereses en juego. Y los temas que les preocupan a los productores -regulaciones, presión impositiva y ausencia de reglas para el largo plazo- no formaron parte del debate político. Es que las campañas políticas no discurren sobre plataformas o ideas sino sobre personalidades.
El Gobierno, en cambio, sintió el impacto del conflicto por la 125 y provocó algunos cambios. Le dio un rango político superior a la Secretaría de Agricultura y, al menos públicamente, se cuidó de agredir al campo. Con el Ministerio se preocupó por apagar los focos de conflicto más calientes y colocó a una figura como Julián Domínguez que se presenta como dialoguista. Claro, se dirá y con justa razón que los aspectos centrales de la política agropecuaria no se deciden en el Ministerio de Agricultura sino en la Secretaría de Comercio Interior, con el aval explícito de la presidenta Cristina Kirchner. Y que la cartera agrícola tiene como primera opción de diálogo y entrega de fondos públicos a la Federación Agraria. Eso es cierto, pero para el kirchnerismo el agro ya no es un sector ausente como lo era hasta antes de la pelea por las retenciones móviles.
Si triunfa en octubre, deberá decidir si "profundiza el modelo", lo que implica una radicalización de las medidas hoy vigentes o sigue sin mayores alteraciones el rumbo actual. Para la producción el escenario ideal sería aquel en el que se pudiera ingresar en una etapa más cercana al diálogo que a la confrontación.
"Le temo a un kirchnerismo con más del 50 por ciento de los votos", decía un empresario de la agroindustria que suele tener conversaciones periódicas con los funcionarios del Gobierno. "Están, por un lado, los que dicen que hay que seguir como hasta ahora y, por otro, los que creen que es tiempo de tomar medidas de fondo. Eso sí, todos saben que la decisión está en manos de Cristina", dijo el ejecutivo que pidió reserva de su nombre.
Los secto