El ganado, un raro y efímero aliado K para contener la inflación
La carne vacuna volvió a apoderarse de la mesa de los argentinos.
Nunca se fue del todo, pero desde la primavera del 2009 hasta el año pasado, su consumo per cápita había disminuido hasta ubicarse en torno a 52 kilos de la mano de un alza sostenida de los precios. Ahora, otra vez la carne se posiciona por encima de los 60 kilos por habitante/año, de la mano del renovado bajo costo relativo respecto de otros alimentos.
Es más los precios de la hacienda en pie están más baratos que hace un año. Eso tiene un doble efecto: por un lado, perjudica fuertemente a los ganaderos, que dejaron de lado la retención de vacas para pasar a un proceso de liquidación (que redundará en menos animales y, por ende, suba de precios a largo plazo) Por el otro, convierte a la carne vacuna en una especie de ancla para la inflación, un extraño aliado que cosechó Guillermo Moreno, el mismo que asfixió al sector pisando los precios en Liniers durante años y frenado las exportaciones.
Al respecto un trabajo del Ieral de la Fundación Mediterránea le otorga al precio del ganado un formidable rol estabilizador en los últimos meses de la evolución de los precios de los alimentos. El Ieral resalta que los valores de la hacienda en Liniers bajaron 0,4% en marzo y se constituyeron en un factor autónomo y externo al acuerdo de precios de Moreno, que auxilia al Gobierno a planchar las mediciones inflacionarias, más allá de los acuerdos de precios y si se trate del Indec o de los índices que miden los privados.
En ese orden, el informe recuerda que el ítem carne (principalmente vacuna) tiene una ponderación del 10% en el total del IPC y del 26% en el rubro Alimentos y Bebidas. El Ieral enfatiza que hacia fines de 2010, cuando el kilo vivo en Liniers subía más de 130% anual, la inflación medida por las consultoras superaba el 25%.