Quedará en la memoria: duele pero el orgullo late como nunca

No es un complaciente consuelo, pero este subcampeón quedó de pie y se ganó el reconocimiento colectivo.

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Quedará en la memoria: duele pero el orgullo late como nunca
14deJuliode2014a las08:00

Es un póster pegado que muestra descoloridas por los años las caras de Kempes y Fillol. Es un tatuaje con la cara de Diego Maradona y un lagrimón que se escapa. La mirada perdida en un punto fijo. El abrazo de consuelo con un desconocido, los dos derrumbados en la mesa de un bar. Una corneta que lanza en la cerrada noche de invierno un último bocinazo desgarrador. Pero flamea una sensación diferente a todas, que está ligada al orgullo. Reina Alemania, pero Argentina está de pie.

No hubo un final de película con la Plaza de Mayo llena, que incluyera una nueva versión del mejor gol de la historia con la zurda mágica del messías. Pero esta vez no habrá lapidación pública. Tampoco sería justo. La derrota de la Argentina en la final del Mundial se presenta como una buena oportunidad para desafiar esa irritante tendencia de que del amor al odio existe sólo un paso. Nada más que un paso.

Muchas veces los mundiales clavaron el dolor de ya no ser. Entonces se instalaba una queja tanguera, fatigada de amargura. Pero Brasil 2014 rompió varios estigmas. La infranqueable barrera de los cuartos de final perdió su embrujo. Una final en el patio del archirrival, un partido decisivo en tierra enemiga, se recordá por años. No se trata de un complaciente consuelo, pero este subcampeón se ganó un lugar en la memoria colectiva. La que rescata de la desdicha de un resultado a aquel que entrega el pellejo con honor.