Una carne sin consumo interno, pero con divisas millonarias

En nuestro país no se producen equinos para faena y, sin embargo, los productos llegan de manera periódica a las góndolas europeas a precios gourmet.

Los caballos que terminan su vida útil son los que van al frigorífico y provienen de campos, clubes hípicos o de las fuerzas armadas.

Los caballos que terminan su vida útil son los que van al frigorífico y provienen de campos, clubes hípicos o de las fuerzas armadas.

25deAgostode2016a las16:02

La Argentina es el principal exportador mundial de carne de caballo. Este dato, que para otras actividades representaría un logro a destacar, en este caso genera grandes contradicciones ¿Por qué? En principio porque, paradójicamente, en nuestro país no se produce equinos para faena y, sin embargo, los productos llegan de manera periódica a las góndolas europeas a precios gourmet: a 15 euros por kilo (unos 262 pesos, a valores actuales). Una reciente investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) describe los pormenores de esta industria que tampoco tiene consumo local, pero exporta 30 mil toneladas anuales de carne, por unos 80 millones de dólares.

El sistema de carne de caballo sorprende por su poco conocimiento, pese a su dimensión: ”Desde hace décadas, la Argentina es el principal exportador de esta carne, pero no hay cultura de comer equinos entre sus habitantes. En el 2010, nuestro país comercializó 16,79% de las 140.000 toneladas de este alimento a nivel mundial”, afirmó Eduardo Barbero, médico veterinario, quien investigó este mercado para realizar su tesis en la Maestría en Agronegocios en la FAUBA.

Según su estudio, en la cadena productiva del caballo existen áreas y actores delimitados claramente, pero la falta de información y el registro en las primeras transacciones caracterizan a este sector como marginal y oscuro, partiendo de que no existe producción específica para faena: “Los caballos que terminan su vida útil son los que van al frigorífico y provienen de campos, clubes hípicos o de las fuerzas armadas, entre otros orígenes. Encontramos 212.000 establecimientos registrados en el Senasa, con 2,5 millones de caballos declarados, pero se estima un subregistro de casi un millón de animales”.

Al presentar su tesis, Barbero explicó que los propietarios de los caballos no pertenecen al sistema de industria cárnica ya que participan de manera casual: “descartan el caballo y no saben lo que sucede en el resto del sistema. Desde su perspectiva, todo lo que reciben es ganancia y por eso aceptan bajos precios (0,8 peso por kilo). Este primer paso es llevado a cabo por los llamados yegüueros que recorren los campo y detectan los caballos que pueden comprar”.

Luego se entrega el caballo al “acopiador”, que posee figura legal y estructura para un funcionamiento más continuo: un establecimiento, caballos declarados y registro en el Senasa, obligatorio para entrar a la industria cárnica.