Turismo rural: nació antes de la pandemia, pero el aislamiento lo consolidó como una forma de crear empleo
Se convirtió en un motor del desarrollo territorial de Buenos Aires; la posibilidad de conservar la idiosincrasia de los parajes y el campo
El turismo rural experimentó un auge significativo en la provincia de Buenos Aires, no solo como una actividad económica, sino como una herramienta clave para el desarrollo territorial y cultural. Siempre estuvo, pero la pandemia revalorizó esta actividad que cumple un rol clave en el arraigo y en la revalorización del campo.
La red que conforman hace más de 15 años, los pueblos y parajes de las localidades de Coronel Suárez, Adolfo Alsina, Saavedra, Tornquist, Villarino y Coronel Rosales, es un claro ejemplo de un modelo productivo sustentable. Se creó una propuesta original, diferenciada y auténtica que conserva la identidad de sus paisajes y su gente.
“Neoruralidad” y cómo contener el éxodo urbano
Aunque pareciera tratarse de una moda reciente, este turismo tiene bases sólidas. El fenómeno de la “neoruralidad” — habitantes de ciudades que eligen establecerse en el campo — impulsó tanto la oferta como la demanda, atrayendo principalmente a turistas locales y de pueblos aledaños.
Estos nuevos habitantes, con fuerte impulso comercial, se sintieron abrazados por la quietud y la posibilidad de desempeñarse en sus profesiones habituales gracias a los beneficios de la conectividad y el trabajo remoto. Pero otros, se convirtieron en prestadores de servicios desde almacenes de campo, alojamientos, transporte y actividades que invitan a conectar con la naturaleza, la flora y la fauna autóctona y el agroturismo.
Sin embargo, esta propuesta es mayormente consumida por quienes buscan experiencias auténticas y personalizadas. Desde cenas a la luz de la luna en campos de olivos hasta visitas a tambos y criaderos, las iniciativas destacan por su creatividad y el protagonismo que otorgan al visitante.