Los países ricos deben pasar de las palabras a la acción en materia comercial

27deSeptiembrede2002a las08:18

Con la llegada de los ministros de Finanzas a Washington para participar este fin de semana en las reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI, ha llegado también el momento de concentrarse en la implementación de los acuerdos surgidos en las cumbres mundiales de Doha, Monterrey y Johannesburgo. Allí, tanto los países ricos como en desarrollo se comprometieron a acelerar la reducción de la pobreza y a avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para el año 2015, los cuales incluyen mejorar el nivel de salud y educación de los habitantes más pobres del mundo . Y qué mejor manera de hacerlo que empezando por el comercio.

En la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) realizada en noviembre pasado en Doha, se acordó concentrar las negociaciones comerciales en una agenda de desarrollo para atender los principales problemas que enfrentan los pobres. Pero no hay necesidad de esperar hasta la próxima cumbre ministerial de la OMC a realizarse en México el año entrante para hacer realidad los acuerdos. Los países ricos pueden tomar la iniciativa y dar el ejemplo, a través de la reducción de sus aranceles, subsidios, caprichosos estándares a los productos, medidas proteccionistas “anti-dumping” y otros obstáculos que se interponen a los esfuerzos de los países en desarrollo por competir en los mercados mundiales.

No será fácil adoptar estas medidas. Los intereses creados tratarán de hacer todo lo posible para proteger sus propias ventajas. Pero los aires de cambio cada día son más fuertes. Los grupos de la sociedad civil que lograron con éxito exigir medidas para reducir la deuda y las minas antipersonales insisten en que ha llegado el momento de que los países en desarrollo obtengan un trato justo en el mercado mundial. Y la sociedad civil no está sola. Tanto la Organización de las Naciones Unidas como las instituciones financieras multilaterales, economistas del mundo académico y líderes de los países desarrollados demandan a los países ricos para que den el ejemplo en relación al comercio.

Algunos de ellos ya han dado pasos en la dirección correcta. Estados Unidos (EE.UU.), Europa, Japón y Canadá han adoptado programas para facilitar el acceso de las exportaciones provenientes de los países más pobres a sus mercados, mientras que existen señales esperanzadoras en la reciente aprobación de la Autoridad de Promoción del Comercio en EE.UU. y las conversaciones entre este país y Europa atender el asunto de las subvenciones agrícolas. Sin embargo, también ha habido reveses recientes y perjudiciales. Por ello, el momento ha llegado de pasar de las palabras a la acción y remover de una vez por todas los obstáculos que aún le impiden a los países en desarrollo participar de manera plena en la economía mundial.

En este sentido, los aranceles excesivamente altos con los que los países ricos gravan a los bienes que mejor producen los países pobres resultan especialmente perniciosos. En EE.UU., este tipo de aranceles, también conocidos como barreras arancelarias, se concentran en los textiles y la industria del vestido, mientras que en Europa y Japón en agricultura, alimentos y calzado, los cuales son justamente los productos con uso intensivo de mano de obra que constituyen el primer peldaño en el ascenso tecnológico de los países en desarrollo. Los aranceles y las cuotas que aplican los países desarrollados a las exportaciones textiles significan una pérdida estimada de 27 millones de empleos en los países en desarrollo. Porque con cada empleo en el sector textil de un país industrializado que se salva gracias a estas barreras, se pierden cerca de 35 en esta área industrial en los países de bajos ingresos, donde ser el sostén de la familia se traduce literalmente en “poner un pedazo de pan” en la mesa. Por