La ganadería es todo terreno
En el este de La Rioja, entre salinas, suelos desérticos y cardones, Julio Llanos muestra el gran impacto en la cría de conceptos básicos de manejo.
23deJuniode2012a las09:01
En la ganadería, un buen manejo marca la diferencia y hasta puede lograr cosas increíbles. Y, sino, hay que preguntárselo a Julio Llanos, que en la periferia de una salina desértica en La Rioja logró aumentar sus porcentajes de preñez y producir más terneros con menos vacas, cuidando el delicado equilibrio ambiental de la zona.
Las claves no fueron grandes incorporaciones de tecnología, sino simples ajustes en el manejo, como el apotreramiento del campo, el estacionamiento del servicio y una mejor alimentación de las vacas. La siembra de buffel grass y un manejo racional del pastizal natural hicieron el resto.
Las 5.160 hectáreas del establecimiento “Pana” están ubicadas en el este de la provincia de La Rioja, cerca de la localidad de Chamical y a solo cuatro kilómetros del límite con Córdoba. El paisaje es inhóspito, dominan los colores ocres y hasta hace dos meses no llegaba la electricidad.
El establecimiento se encuentra en una perisalina y las precipitaciones anuales son de entre 300 y 350 milímetros. Allí siempre se hizo ganadería de cría, pero no necesariamente con un manejo adecuado. “Hasta hace pocos años, todo el campo formaba un solo lote en el que convivían los toros y las vacas, el servicio era continuo, los porcentajes de preñez y de parición eran muy bajos y los pastizales naturales sufrían el deterioro provocado por la sobrecarga y el consumo irracional”, cuenta Llanos, quien junto a técnicos del INTA comenzó a mover las piezas en la búsqueda de mejores resultados.
Ariel Adaro, técnico de la agencia de extensión rural Chepes del INTA, explica que en la zona la única producción de materia seca se da en verano. “El resto del año es todo en diferido; por eso tratamos de concentrar la parición y el servicio en ese momento del año”, dice. El concepto suena básico para cualquier campo de la pampa húmeda, pero en La Rioja el contexto es muy diferente. Por eso, porque su manejo vale la pena, se llevó a cabo allí una reciente jornada del IPCVA para productores zonales.
El primer paso fue incorporar el apotreramiento. “El alambre eléctrico de 12 voltios que divide los potreros, con energía de paneles solares, fue un aporte importante porque era imposible dividir un campo tan grande”, comenta Llanos.
Luego se comenzó a trabajar en el rodeo. “Aquí llegó a haber 450 animales, que se redujeron a lo que el campo realmente soportaba. Actualmente hay 130 vientres y con las vaquillonas de recría y los toros se llega a unos 200 animales; hay una unidad ganadera cada 30 hectáreas”, dice Adaro.
El rodeo es Aberdeen Angus con cierto porcentaje de criollo que le aporta rusticidad.
La idea de bajar la carga animal no fue fácil de asimilar por el productor, y fue uno de los primeros desafíos de los técnicos del INTA. “Fue difícil convencerlo de que se podía mantener la producción con la mitad del rodeo”, dice Adaro. Con los animales que se vendieron en ese momento, Llanos pudo hacer las inversiones para el apotreramiento y la implantación de algunas pasturas.
En el campo, según Llanos, no hay menos de siete variedades de monte blando. Además, se ven algarrobos, quebrachos y muchos cardones. El fruto del cardón -cuenta el riojano-, es el principal alimento de la hacienda. “Es parecido al kiwi, y cuando cae sirve de alimento; tiene muchos hidratos de carbono y agua, lo que hace que a pesar de que no llueva los animales estén bien”, dice.
Pero a pesar de contar con este exótico menú, las pasturas son un componente esencial, y el INTA lo sabe. Por eso impulsó la siembra de buffel grass, una especie que jamás habían probado en ambiente de perisalina. Se hizo un rolado selectivo para sacar parte del estrato arbustivo respetando los á
Las claves no fueron grandes incorporaciones de tecnología, sino simples ajustes en el manejo, como el apotreramiento del campo, el estacionamiento del servicio y una mejor alimentación de las vacas. La siembra de buffel grass y un manejo racional del pastizal natural hicieron el resto.
Las 5.160 hectáreas del establecimiento “Pana” están ubicadas en el este de la provincia de La Rioja, cerca de la localidad de Chamical y a solo cuatro kilómetros del límite con Córdoba. El paisaje es inhóspito, dominan los colores ocres y hasta hace dos meses no llegaba la electricidad.
El establecimiento se encuentra en una perisalina y las precipitaciones anuales son de entre 300 y 350 milímetros. Allí siempre se hizo ganadería de cría, pero no necesariamente con un manejo adecuado. “Hasta hace pocos años, todo el campo formaba un solo lote en el que convivían los toros y las vacas, el servicio era continuo, los porcentajes de preñez y de parición eran muy bajos y los pastizales naturales sufrían el deterioro provocado por la sobrecarga y el consumo irracional”, cuenta Llanos, quien junto a técnicos del INTA comenzó a mover las piezas en la búsqueda de mejores resultados.
Ariel Adaro, técnico de la agencia de extensión rural Chepes del INTA, explica que en la zona la única producción de materia seca se da en verano. “El resto del año es todo en diferido; por eso tratamos de concentrar la parición y el servicio en ese momento del año”, dice. El concepto suena básico para cualquier campo de la pampa húmeda, pero en La Rioja el contexto es muy diferente. Por eso, porque su manejo vale la pena, se llevó a cabo allí una reciente jornada del IPCVA para productores zonales.
El primer paso fue incorporar el apotreramiento. “El alambre eléctrico de 12 voltios que divide los potreros, con energía de paneles solares, fue un aporte importante porque era imposible dividir un campo tan grande”, comenta Llanos.
Luego se comenzó a trabajar en el rodeo. “Aquí llegó a haber 450 animales, que se redujeron a lo que el campo realmente soportaba. Actualmente hay 130 vientres y con las vaquillonas de recría y los toros se llega a unos 200 animales; hay una unidad ganadera cada 30 hectáreas”, dice Adaro.
El rodeo es Aberdeen Angus con cierto porcentaje de criollo que le aporta rusticidad.
La idea de bajar la carga animal no fue fácil de asimilar por el productor, y fue uno de los primeros desafíos de los técnicos del INTA. “Fue difícil convencerlo de que se podía mantener la producción con la mitad del rodeo”, dice Adaro. Con los animales que se vendieron en ese momento, Llanos pudo hacer las inversiones para el apotreramiento y la implantación de algunas pasturas.
En el campo, según Llanos, no hay menos de siete variedades de monte blando. Además, se ven algarrobos, quebrachos y muchos cardones. El fruto del cardón -cuenta el riojano-, es el principal alimento de la hacienda. “Es parecido al kiwi, y cuando cae sirve de alimento; tiene muchos hidratos de carbono y agua, lo que hace que a pesar de que no llueva los animales estén bien”, dice.
Pero a pesar de contar con este exótico menú, las pasturas son un componente esencial, y el INTA lo sabe. Por eso impulsó la siembra de buffel grass, una especie que jamás habían probado en ambiente de perisalina. Se hizo un rolado selectivo para sacar parte del estrato arbustivo respetando los á