Buenas prácticas y sanidad de cultivos
Implica el uso eficiente de agroquímicos, rotación de cultivos, menor consumo de agua y un control integral de plagas. Pero falta educación.
El campo argentino tiene un desafío complejo de resolver: elevar la producción de alimentos y, a su vez, reducir el impacto ambiental que esto implica.
La incorporación de la siembra directa y el uso de transgénicos y semillas genéticamente modificadas fueron aspectos cuestionados por los movimientos ambientalistas, pero resultaron claves para incrementar la producción de alimentos e, inclusive, reducir la cantidad y nocividad de los plaguicidas utilizados en el agro.
Así lo advierte David Miazzo, economista de Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), con sede en Río Cuarto, según el cual en 30 años el área sembrada con agroquímicos de baja nocividad aumentó de 20 a 90 por ciento.
El crecimiento poblacional, etario y de calidad de vida obliga a los países productores de alimentos a mejorar la productividad del campo, ya que no habrá tierras suficientes para elevar su producción el 50 por ciento previsto (ver aparte).