Cereales de invierno y el comienzo de una campaña recargada

Técnicos y asesores se reunieron para revisar los problemas que afectan al trigo y la cebada. La avena fatua y rye grass se mantienen como las malezas que más aquejan a los productores. A la hora de evaluar enfermedades, ¿qué priorizar? ¿Incidencia o severidad? Conseguir cultivos de calidad es la mejor estrategia.

Daniel Miralles, de FAUBA.

Daniel Miralles, de FAUBA.

17deJuliode2015a las12:00

El trigo y la cebada ya pusieron primera en el sur de la Provincia de Buenos Aires, la principal zona cerealera del país. Con el propósito de generar un espacio de actualización técnica, Syngenta llevó a cabo una jornada sobre cereales de invierno, en la que disertantes de distintas zonas abordaron todos los temas referidos a la nueva campaña, incluyendo clima, plagas, malezas y enfermedades.

La jornada comenzó con la presentación del doctor Daniel Miralles, de FAUBA, que analizó las enfermedades foliares y su efecto sobre rendimiento y calidad. “Los cultivos tienen un rinde potencial limitado por las enfermedades, pero no debemos mirar la enfermedad de manera aislada, sino ver cómo está el cultivo y cómo avanza la enfermedad. El inóculo puede estar en el suelo, en otras plantas, en rastrojo o en semilla, por eso es muy importante que las semillas estén efectivamente curadas”, sostuvo.

Además sostuvo que “las enfermedades afectan número y peso de granos”. Según Miralles, la pérdida de granos afecta directamente al rinde, ya que sólo se puede compensar hasta un 20 por ciento por aumento del peso.

“Aparecen en distintos momentos, por lo que hay que monitorear a lo largo de todo el ciclo. En general reducen el área foliar limitando la fotosíntesis, pero también puede haber daño de epidermis, estomas y tejidos, que alteran la fisiología. Por ejemplo, una mancha foliar reduce el área foliar, pero la roya, además de reducir el área, altera el sistema fotosintético. Además, la roya cambia la presión de vapor de agua en la hoja, que es como someterla a un ambiente cálido y seco. Otro tipo de enfermedades, como la fusariosis, generan daño directamente en espigas, perdiendo primero flores y luego granos”, detalló.

En otro pasaje, Miralles se refirió a una pregunta frecuente entre los productores: “¿A qué debemos poner más atención, a la incidencia o a la severidad?”. Al respecto, opinó: “La incidencia –que es el porcentaje de hojas dañadas– es más fácil de medir que la severidad, que alude al nivel de daño en esas hojas. Lo recomendable es medir ambas cosas, ya que su relación no es lineal respecto del rinde. Además, para determinar umbrales de daño económico debemos incluir costo, eficiencia del control, precio del cereal y coeficiente de daño –que es la variable más difícil de medir–, y cada lote puede tener distinto comportamiento”.

Al respecto, dio algunos ejemplos: “Para mancha amarilla, por caso, si el cultivo crece rápido puede darse un efecto dilución, es decir, el tejido sano avanza más rápido que la enfermedad. Esto hace que los modelos sean complejos, pero deben simplificarse para poder aplicarse. Otro punto importante es ver cuál es el estrato de hojas afectado. La hoja bandera concentra hasta el 70 por ciento de la radiación absorbida, por lo que resulta mucho más importante que se vea sana. En cambio, si el cultivo tiene mayor área foliar y la enfermedad está en estratos inferiores, hay mayor margen para la toma de decisión. A su vez, el canopeo es ralo o abierto, las hojas basales intervienen más y deben protegerse para no seguir perdiendo área foliar”.

Al comparar trigo y cebada, Miralles consideró que “la cebada puede entregar antes el lote, puesto que florece primero, dentro de la hoja bandera, y tiene más tolerancia a fusarium al estar protegida”. Luego agregó: “Su período crítico se produce en distintos momentos, pero siempre en Z39, donde debo tener al cultivo limpio. Si pierdo una espiga en cebada el efecto es grave, ya que el cultivo no puede compensar esa pérdida. El trigo tiene un poco más de capacidad de compensación”.