Evasión en la industria de la carne

Cuando el cooperativismo se convierte en una mala palabra.

|
Evasión en la industria de la carne
19deNoviembrede2016a las09:31

En la Argentina muchas veces se confunden hasta las nociones más elementales como lo bueno y lo malo. Uno de los tantos ejemplos de cosas que en el resto de los países son consideradas positivas para la sociedad, pero que aquí se convierten por arte de magia (y de los argentinos) en algo casi nocivo, son las cooperativas. Universalmente nadie pone en duda que su comunidad es mejor si sus fuerzas laborales y económicas se organizan en forma cooperativa: cinchar parejo y juntos es algo saludable. En estos lares esto también era así, pero lo venimos arruinando.

La madre de Cristina Kirchner era parte de una cooperativa postal hacia la que se desviaron unos 60 millones de pesos. Varios movimientos sociales se organizaban en torno a cooperativas de trabajo que recibían millonarias partidas pero que no siempre hacían su tarea y que se convirtieron en vehículos de una política clientelar. Muchas cooperativas agropecuarias, años atrás, terminaron siendo una estafa a decenas de miles de productores. Hay muchos ejemplos de estos y pocos ejemplos de cooperativas que subsisten haciendo las cosas bien: con solidaridad y justicia distributiva. Por hache o por be, los argentinos nos leas hemos ingeniado para hacer del cooperativismo casi una mala palabra, a contramano del mundo. 

En el negocio de ganados y carnes es cada vez más frecuente escuchar hablar de “las cooperativas”. Quizás como en pocas otras actividades, aquí esa forma de organización se ha convertido en sinónimo de algo oscuro y decididamente negativo. ¿A qué se debe? A que este tipo de entidades funcionaron en los últimos años en el principal soporte institucional de una evasión multimillonaria, que muchos economistas calculan en cerca de unos 10.000 millones de pesos anuales. Estas supuestas cooperativas de trabajo no solo permiten eludir los pagos de IVA, de Ingresos Brutos, o del Impuesto a las Ganancias. Muestran la peor cara de la degradación del concepto: ya no son una vía para mejorar la condición de sus socios sino una manera efectiva de mantenerlos como esclavos.