El suelo, la terraza y la desazón por la falta de políticas públicas

Visita a Centella, estancia modelo de Ledesma.

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Andrés Blaquier, gerente de La Biznaga, recorre uno de los campos de trigo que fueron aterrazados de Centella, donde la pendiente salta a la vista.

Andrés Blaquier, gerente de La Biznaga, recorre uno de los campos de trigo que fueron aterrazados de Centella, donde la pendiente salta a la vista.

26deNoviembrede2016a las10:29

Salimos de excursión junto a un grupo de periodistas hacia la estancia Centella, cerca de Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, recostada sobre las márgenes del Río Gualeguaychú. Centella es uno de los cuatro campos que forman parte de La Biznaga, la pata agropecuaria del grupo azucarero Ledesma, aunque representa más de la mitad de la superficie total que maneja esa firma. Son 26.000 hectáreas, equivalentes al espacio que ocupa la ciudad de Buenos Aires, desde La Boca a Núñez pasando por Liniers.  

A la gente de Ledesma le gusta mostrar lo que hace en Centella sobre todo por una razón: no resultó sencillo domar estos campos que nada tienen que ver con los que ya poseía el grupo en la provincia de Buenos Aires. Allá la superficie es plana y serena. Acá, como en casi todo el entrevero entrerriano, el terreno presenta oscilaciones y curvas que enaltecen los paisajes pero tornan bastante más difícil la tarea productiva. Luis Pedro Blaquier, el mandamás de Ledesma, dio la orden de buscar estas tierras cuando, a mitad de los ochenta, se inundó toda la planicie ganadera bonaerense. En aquel momento la valoración de las lomadas y cuchillas entrerrianas se produjo como socorro de las pobres vacas mojadas.

Para quienes curioseamos en el sector agropecuario generalmente resulta educativo visitar los establecimientos productivos de Ledesma, ya sea en torno al ingenio azucarero jujeño o en estas tierras que originalmente pertenecían a la familia de Justo José de Urquiza. Sucede que, te gusten o no sus ideas, los Blaquier nunca han sido conservadores cuando de producir se trata. Sus empresas generalmente se trazan objetivos mayúsculos para transformar el entorno y cuentan con la decisión y el dinero necesario para llevar a cabo esas obras. Fue así que en Jujuy “enterraron” cientos de kilómetros de gruesas cañerías para optimizar los sistemas de riego de los cañaverales. En La Centella, la estancia que ahora muestran, la vedette es un sistema de terrazas que construyeron entre 2004 y 2012, y que les demandó un gasto total calculado en 4 millones de dólares. 

Hay que volver a la historia para entender por qué se pusieron a fabricar por aquí y por allá en estos campos un estudiado sistema de azoteas que cubre las 20.000 hectáreas productivas con que cuentan en este lugar. Luego de hacer ganadería durante algunos años, en los noventa la empresa tuvo la chance –como todo el resto del universo agrícola pampeano- de comenzar a implantar primero algunos lotes de cultivos con disco y luego –desde 1997- incorporar paulatinamente la soja en siembra directa. Y esto anduvo bien así hasta que se dieron cuenta de que estaban erosionando de manera brutal los suelos. En Centella, con el sistema primitivo llegaban a perder hasta 60 toneladas de materia orgánica por año y hectárea. Y con la siembra directa solo lograban reducir esa enorme pérdida a 30 toneladas.