El tardío gana protagonismo

La elección del híbrido, el monitoreo de plagas, enfermedades y malezas son algunos de los puntos a tener en cuenta a la hora de adoptar esta práctica de manejo.

19deNoviembrede2018a las11:21

A nivel nacional, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires estima una siembra de 5,8 millones de hectáreas de maíz con destino grano comercial, de las cuales el 45% se sembrará en fechas tardías. Esta práctica se difundió muchísimo en las últimas campañas, por lo que resulta fundamental conocer cuáles son las claves de su manejo.

Desde el punto de vista de la radiación y la temperatura, las siembras tempranas (septiembre) tienen la capacidad de expresar el rendimiento potencial para cada híbrido en cada zona. Dicho rendimiento potencial se verá disminuido por distintos factores tales como el balance hídrico, la fertilidad y características físicas del suelo. El principal riesgo que se asume al decidir una siembra temprana es la posibilidad que el cultivo sufra un estrés hídrico y/o térmico durante la floración en enero, periodo crítico de definición del rendimiento. El riesgo del estrés está asociado a la escasez de precipitaciones, alta variación interanual de las mismas y elevada demanda atmosférica.

“Cuando se decide sembrar en diciembre el mismo lote, y por lo tanto realizar un barbecho más largo, lo que se logra es estabilizar los kg/ha alcanzables. Desde el punto de vista hídrico, el barbecho más largo, siempre que sea limpio, permite acumular toda el agua de la primavera y además que la floración acurra en un momento de mejor balance”, aseguró el Ing. Agr. Federico Larrosa, Coordinador de Marketing de KWS Argentina. Esto se debe a que febrero es un mes donde las lluvias son más frecuentes y la demanda atmosférica es menor. Aunque los rendimientos alcanzables han demostrado ser elevados, la potencialidad de estos ambientes por los niveles de radiación y temperatura es menor respecto a la fecha temprana.