“Llegás aquí y te enamorás", la historia de la maestra rural que no se rindió a la altura

María Eugenia Sánchez tiene 50 años y da clases en un parador en plena montaña a 20 km de Iruya, Salta: su sueño es tener caminos

21deMayode2021a las15:56

Escuchar el relato de María Eugenia Sánchez a través del teléfono, con viento de montaña de fondo, es una experiencia casi anacrónica. Habla con una voz pausada y tranquila, como el tiempo de Iruya, que corre en otra sintonía, y cuenta su historia como maestra rural en un lugar aislado de toda civilización. 

María Eugenia trabaja en la escuela número 4.236 Fray Bartolomé de las Casas, a 20 km del pueblo cabecera, Iruya. Para llegar a la escuela acceden a través de una localidad que se llama Río Grande, a 12 km de distancia: “Parece simple si hubiera caminos, pero la geografía no es tan sencilla, tenemos que pasar por varias cornisas, cerros y montañas, ascensos y descensos. A veces nos toma hasta 16 horas a pie”, contó en entrevista con Agrofy News.

Hay dos escuelas, una sede y un anexo, con casi 5 horas de distancia, que en total tienen 11 alumnos, 8 en la primera y 3 en la segunda. Debido a la lejanía a los pueblos, funcionan como albergues y las docentes se quedan a vivir allí. “Acá en sede tenemos alumnos desde 4 a 10 años y en el anexo tenemos uno de tercero, uno de cuarto y otra de sexto”, detalló.

María Eugenia es maestra desde hace 20 años, “son los que figuran en los recibos”, aclara, porque en realidad ejerce la docencia en colegios privados desde hace más tiempo: “Me encanta estar con los chicos, ver sus caras cuando entienden algo que vos le enseñaste. Me gusta dar, soy una persona de dar mucho mi tiempo, todo lo que haga falta”, expresó. 

Contó que fue mamá exploradora, ad honorem, en el momento en que sus hijos eran pequeños; tiene cuatro: “Además trabajé en otras movilizaciones peregrinas y todo lo que significa ayudar, me anoto siempre”.

Una historia de amor

La escuela 4236 fue su primera escuela pública y quizás la última. Cuando empezó allí venía de trabajar en colegios privados muy grandes y no sabía con lo que se iba a encontrar: “Cuando bajé del colectivo en el pueblo, llena de libros y pregunté qué camino tomar me dijeron ´uy se bajó mal´. Yo no sabía ni dónde estaba. Así como yo me animé a continuar, muchos se volvieron porque no se atrevieron. Yo dije ´sí, puedo´”, relató la maestra.