La Pulpería: un rincón gaucho escondido en la playa más exclusiva del país
La trayectoria de toda una vida familiar dedicada a la gastronomía y un viaje en el tiempo desde la tranquilidad del bosque y la bravura del mar, a los lugares más recónditos de nuestra tradición
A 360 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y a sólo nueve de Pinamar se ubica uno de los lugares más exclusivos de la costa atlántica: Cariló, o “Médano verde” en lengua nativa. Visitada por miles de turistas cada temporada, esta ciudad ofrece una amplia variedad de opciones gastronómicas. Entonces, ¿por qué no un rincón campero?
Cuando comenzó la urbanización, en 1975, la familia Guerrero, dueña de las tierras, contrató a Martín Villamil, un hombre nacido en el barrio de Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para que se encargara del loteo de las calles y el tendido de cables de luz. Unos diez años después, y con la intención de reflejar la cultura gauchesca, Villamil inauguró el primer restaurante de Cariló: La Pulpería. Una parrilla con asador criollo, réplica de una pulpería original con cuatro paredes y techo de paja a dos aguas, manteniendo el estilo campero tanto en la vestimenta de los empleados como en la decoración.
Hoy, 37 años después, quien lleva las riendas del lugar es Ezequiel Villamil, hijo de Martín. Aunque sufrió algunas reestructuraciones, La Pulpería aún conserva aquella esencia. Adornos, las mismas aberturas, la famosa “reja” y hasta algunas sillas “que todavía se hamacan un poco”. “Hay que mantener la calidad y entender que cada cliente es especial. Hay que cuidar a todos”, reza Ezequiel, mientras conversa con Sergio, el parrillero estrella del lugar, que trabaja con los Villamil desde los años ’90.
Ezequiel, quien recuerda que su infancia en el boscoso Cariló se centraba en andar en bicicleta todo el día con sus hermanos y volver a casa a la hora de la cena, divide su tiempo entre el negocio familiar y su pasión por el tenis. Cuenta que empezó a trabajar en La Pulpería a los 16 años como metre, después fue el encargado del lugar y decidió quedarse. “Voy a trabajar acá hasta el fin de mis días, y cuando no esté más verán mis hijos qué hacer. Yo quisiera que hagan su propio camino”, comenta en relación al futuro del comercio.