Comenzó con una huerta en la crisis del 2001, se volvió guardiana de semillas y ahora asiste a 168 familias de Misiones
Montó una chacra que es un aula abierta para las familias de la zona; buscó una parcela de un periurbano y la recuperó con ayuda de una chamana del INTA
Escuchar a Beatriz Zemunich (52) desde el celular, en un entorno tan selvático y agreste, pareciera una experiencia anacrónica. Sin embargo, sus palabras dejan en claro que es “aquí y ahora” donde se dan las cosas. Le llevó muchísimos años poder encontrar el lugar desde donde promueve no solo un tipo de producción sino también de vida.
Vive en una chacra de dos hectáreas en Puerto Wanda, Misiones, en una zona periurbana, que hace poco tiempo se fue poblando de barrios y que le sirve a Beatriz para comercializar los productos que hace: “Llegué a estas tierras con 30 años. Cuando entré a la chacra el suelo estaba muy degradado, erosionado, no había plantas ni árboles. Hice un recupero total de tierras”, contó en entrevista con Agrofy News.
"Si te animás, metele": el sueño de una chacra
Su historia se remonta a la crisis de 2001. A su esposo, colectivero, le debían 9 meses de sueldo. Con 4 hijos, Beatriz tuvo que salir a “hacer de todo”: “Iba a los comedores comunitarios, lavaba y limpiaba a cambio de comida. Hacía trueque con lo poco que producía en mi huerta en un terrenito de 15x30. Vi que me daba resultado la producción y nació la idea de mudarnos a una zona para poder producir más cantidad. Cuando mi marido empezó a cobrar lo que le debían se me ocurrió buscar una parcela de tierra y él me dijo ´si vos te animás, metele´. Y me animé”.
Encontró un terreno ideal. Empezó a cultivar y al principio producía poco porque el suelo estaba muy maltratado. Al no obtener buenos resultados, tuvo una crisis existencial, pero no se dio por vencida: “No tenía conocimientos de agricultura. Cuando tenía 9 años vivía en la chacra con mi papá pero tengo apenas unos recuerdos. Pedí ayuda al INTA, empecé a investigar y a capacitarme”.
200 árboles y un sueño
Isabel Aquino fue su mentora desde el inicio. Además de técnica del INTA y fitoterapeuta, es chamana. Vivió cuatro años en la selva brasilera, en el Amazonas, donde se dedicó a estudiar las propiedades curativas de las plantas: “Isabel no solo te enseña a trabajar la agroecología sino que te enseña a vivirla de una manera diferente. Ella me hizo romper estructuras. Yo era una mujer sumisa, estaba anulada. Con esta nueva mirada fui encontrándome en la naturaleza. Fue cambiando mi chacra y fui sanando yo. A medida que cultivaba me probaba a mi misma que yo podía. Y pensaba ´si yo pude otras también van a poder´”, expresó.
Con ese pensamiento comenzó a sembrar y a recuperar las dos hectáreas. Hoy cuenta con más de 200 árboles, medicinales y frutales: “Tengo diversidad de frutas y verduras. Con el excedente empecé a hacer mermeladas y me generó un nuevo ingreso. Además, tengo tres viveros de plantas ornamentales y plantines de nativos”, detalló.