Brasil, un espejo donde lo que más se refleja es un fuerte ajuste
El plan económico brasileño tuvo ayer dos espaldarazos: el del titular del Fondo Monetario y el del presidente George Bush. En ambos casos, hubo un mensaje para la Argentina.
Dos rotundos espaldarazos recibió ayer, en Washington, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
"La relación con Brasil es vital, importante y creciente", dijo George Bush al recibir a Lula en la Casa Blanca (ver pág.6). "Podemos sorprender al mundo con la relación entre Brasil y Estados Unidos", agregó el presidente brasileño. Dado que se trata de la primera potencia mundial y del país más grande y más gravitante del Cono Sur, es posible que, quizá necesariamente, ambas cosas sean ciertas. Y que lo sean aun cuando los dos gobiernos mantengan divergencias sobre un punto clave: los alcances y contenidos del ALCA, el área de libre comercio de toda América que EE.UU. pretende liderar.
El otro espaldarazo provino del jefe del Fondo Monetario, aunque en este caso el destinatario final fue el gobierno argentino. Poniendo como ejemplo a Brasil, Horst Kölher sostuvo: "Es falsa la disyuntiva de atender la deuda o atender los problemas sociales, se pueden hacer las dos cosas simultáneamente". Y fue más lejos: planteó que la Argentina necesita un plan de mediano y largo plazo "al estilo Lula".
El presidente, Néstor Kirchner, ha dicho que el pago de la deuda debe ser atado al crecimiento económico y que nada de lo que se decida puede poner en riesgo la superación de la crisis social. No parece, pues, pura casualidad lo que acaba de decir Köhler. Y lo parece menos si se repara en que las declaraciones del jefe del FMI preceden en apenas cuatro días a la reunión que el lunes mantendrá con el Presidente en Buenos Aires.
El mensaje de Köhler también podría ser traducido como que es posible un "plan ortodoxo con contenido social, igualito al brasileño".
El problema es que, de momento, en Brasil lo único que sobresale es el lado ortodoxo del plan: un superávit primario fenomenal, que en el primer trimestre desbordó el 6% del PBI, para afrontar pagos de la deuda, y altísimas tasas de interés para contener la inflación y atraer o retener capitales. En cambio, el "Plan Hambre Cero" —la pata social en el esquema de Köhler— no termina de arrancar: aún parece enredado en una maraña burocrática y sometido a algunas denuncias de corrupción. Es un escenario, el brasileño, donde la economía bordea la recesión y en el que ya asoman brotes de descontento social y menudean las críticas dentro del propio partido gobernante.