Luces y sombras en la faena.
La resolución oficial que lleva el peso mínimo de faena a 300 kilos no es una medida de fondo lo suficientemente importante como para esperar un cambio en la marcha de la ganadería argentina, pero algún efecto tendrá...
Se lograrían 40 kilos de carcasa adicionales por res si todos los terneros y terneras, que hoy se matan con 220 ó 250 kilos, son llevados al nuevo peso mínimo. Multiplicados por una faena de 1,6 millones de terneros anuales, permitiría un consumo per cápita adicional de 1,7 kilos por año. Si a esto se agrega el volumen de carne de todos los novillitos y vaquillonas que hoy se matan con menos de 300 kilos, se llega a un consumo total adicional de 1,9 kilos per cápita. Pero un leve aumento en las exportaciones (seis mil toneladas mensuales) se llevaría todo el efecto esperado de esta medida, pensada para aumentar la oferta de carne en el mercado interno.
Si los “feed lots” dejan de premiar con precios altos el destete precoz de terneros de 120 a 150 kilos —técnica que alivia a la vaca y permite que se vuelva a preñar— esta medida podría provocar un desestímulo para el destete precoz, práctica que ha permitido aumentar la carga, incrementar la preñez y el número de terneros nacidos, y en consecuencia, la producción de carne. En la medida que los ciclos de engorde de los feed lots terminen obligatoriamente en los 300 kilos, los engordadores preferirán encerrar terneras más pesadas que ahora, porque con animales de 100 a 130 kilos al inicio del ciclo, el período de engorde se hará muy largo, aumentando los costos de producción de cada kilo ganado, no sólo por la mayor estadía en los corrales, sino por la peor conversión grano-carne que tiene el animal a medida que crece. Además, hasta que se le tome la mano a la alimentación, y tratándose de razas británicas, los animales (especialmente las vaquillonas) vendrán probablemente con un exceso de grasa.