Un mundo con más oportunidades que amenazas
El desafío es claro. Hay que producir más alimentos para satisfacer la demanda global de la población que experimenta una mejora en su dieta por el crecimiento de sus ingresos. Pero ese objetivo debe lograrse usando menos tierra, agua y energía que la utilizada en el presente.
03deSeptiembrede2011a las08:18
El desafío es claro. Hay que producir más alimentos para satisfacer la demanda global de la población que experimenta una mejora en su dieta por el crecimiento de sus ingresos. Pero ese objetivo debe lograrse usando menos tierra, agua y energía que la utilizada en el presente. Esto puede verse como una oportunidad o una amenaza. La agricultura argentina, pese a las dificultades actuales, tiene más motivos para tomar el primer camino que el segundo.
La industria de semillas ya lo advirtió rápidamente. Según datos del vicepresidente ejecutivo de Monsanto, Robb Fraley, expuestos en el Farm Progress Show realizado en los Estados Unidos esta semana, la humanidad consumirá en los próximos cuarenta años la misma cantidad de alimentos que en toda su historia anterior.
El motor de esta locomotora lo representan las economías de los países en desarrollo que crecen año a año a tasas de entre el 7 y el 9 por ciento. Esto configura una clase media mundial que pasa de consumir proteínas vegetales a proteínas animales.
Así se abre una doble demanda: la de granos con destino a la alimentación animal (pollos, cerdos y vacunos), y la de carne propiamente dicha. A esto se suman los lácteos, las frutas y los vegetales. Pero hay otra vía de crecimiento de la demanda impulsada por la necesidad de reemplazar el petróleo por energías renovables: los biocombustibles.
Este escenario se presenta en el medio de la fenomenal revolución científica y tecnológica de la sociedad del conocimiento. Haber descifrado el genoma de los principales cultivos permite prever el surgimiento de nuevos materiales con plantas diseñadas según las características agronómicas o alimenticias buscadas.
Además, la aplicación de la informática en el mejoramiento vegetal contribuye a acelerar notablemente el trabajo del breeding tradicional. Lo que en otros tiempos a los mejoradores antes les llevaba ocho años de cruzamientos y pruebas para encontrar la mejor variedad, hoy lo pueden hacer en dos o en cuatro por los secuenciadores del genoma y los marcadores moleculares.
Y ese cambio radical incluye también la maquinaria agrícola y los procesos de producción como la agricultura por ambientes y la de precisión. Esas tecnologías, combinadas, ayudarán a incrementar la productividad.
La agricultura argentina ha incorporado esos avances. Aunque hay inestabilidad en las reglas de juego e incertidumbre sobre el mediano plazo, tiene una notable capacidad para utilizarlos y llevar a los cultivos a los umbrales de los máximos rendimientos posibles. Pero hay otros países que están en esa misma carrera y no parecen dispuestos a quedarse atrás. Eso se vio por estos días en el Farm Progress Show 2011 (de lo que se informa en este suplemento). Cientos y cientos de productores brasileños iban y venían por los stands de maquinaria o de semillas para no perderse detalle de los últimos avances. Y los productores norteamericanos, pese a la crisis económica, están orgullosos de pertenecer a una cultura que valora la producción de alimentos. La agricultura de los Estados Unidos, según datos difundidos aquí, se origina en un 90 por ciento por empresas familiares.
Con este panorama, es difícil entender algunas ideas del Gobierno, como la del ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, que esta semana habló de la necesidad de impulsar una "ruralidad industrial".
El campo ya tiene a la industria incorporada: en una semilla o una planta hay tanto o más conocimiento que en un automóvil. No hace falta inventar la fórmula del agua tibia, alguien lo hizo antes.
La industria de semillas ya lo advirtió rápidamente. Según datos del vicepresidente ejecutivo de Monsanto, Robb Fraley, expuestos en el Farm Progress Show realizado en los Estados Unidos esta semana, la humanidad consumirá en los próximos cuarenta años la misma cantidad de alimentos que en toda su historia anterior.
El motor de esta locomotora lo representan las economías de los países en desarrollo que crecen año a año a tasas de entre el 7 y el 9 por ciento. Esto configura una clase media mundial que pasa de consumir proteínas vegetales a proteínas animales.
Así se abre una doble demanda: la de granos con destino a la alimentación animal (pollos, cerdos y vacunos), y la de carne propiamente dicha. A esto se suman los lácteos, las frutas y los vegetales. Pero hay otra vía de crecimiento de la demanda impulsada por la necesidad de reemplazar el petróleo por energías renovables: los biocombustibles.
Este escenario se presenta en el medio de la fenomenal revolución científica y tecnológica de la sociedad del conocimiento. Haber descifrado el genoma de los principales cultivos permite prever el surgimiento de nuevos materiales con plantas diseñadas según las características agronómicas o alimenticias buscadas.
Además, la aplicación de la informática en el mejoramiento vegetal contribuye a acelerar notablemente el trabajo del breeding tradicional. Lo que en otros tiempos a los mejoradores antes les llevaba ocho años de cruzamientos y pruebas para encontrar la mejor variedad, hoy lo pueden hacer en dos o en cuatro por los secuenciadores del genoma y los marcadores moleculares.
Y ese cambio radical incluye también la maquinaria agrícola y los procesos de producción como la agricultura por ambientes y la de precisión. Esas tecnologías, combinadas, ayudarán a incrementar la productividad.
La agricultura argentina ha incorporado esos avances. Aunque hay inestabilidad en las reglas de juego e incertidumbre sobre el mediano plazo, tiene una notable capacidad para utilizarlos y llevar a los cultivos a los umbrales de los máximos rendimientos posibles. Pero hay otros países que están en esa misma carrera y no parecen dispuestos a quedarse atrás. Eso se vio por estos días en el Farm Progress Show 2011 (de lo que se informa en este suplemento). Cientos y cientos de productores brasileños iban y venían por los stands de maquinaria o de semillas para no perderse detalle de los últimos avances. Y los productores norteamericanos, pese a la crisis económica, están orgullosos de pertenecer a una cultura que valora la producción de alimentos. La agricultura de los Estados Unidos, según datos difundidos aquí, se origina en un 90 por ciento por empresas familiares.
Con este panorama, es difícil entender algunas ideas del Gobierno, como la del ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, que esta semana habló de la necesidad de impulsar una "ruralidad industrial".
El campo ya tiene a la industria incorporada: en una semilla o una planta hay tanto o más conocimiento que en un automóvil. No hace falta inventar la fórmula del agua tibia, alguien lo hizo antes.