El girasol es una economía regional en extinción

La presente será una de las peores campañas de los últimos 40 años. La pérdida de competitividad por el alto impacto de las retenciones y la variabilidad climática han llevado al girasol a una situación límite.

El girasol es una economía regional en extinción
07deDiciembrede2013a las06:51

 La cadena del girasol argentino se encuentra por estos días con una preocupación central: si no se modifica el nivel de retenciones –hoy, del 30% para aceite y harina, y 32% para grano- la baja rentabilidad del cultivo pondrá en crisis a todo el andamiaje de agregado de valor que tiene la oleaginosa, un negocio que en 2012 aportó 2.000 millones de dólares a la economía argentina y que este año apenas llegará a los 1400.

En esta campaña se estarán sembrando 1.470.000 hectáreas según los guarismos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires o 1.360.000 hectáreas según el Ministerio de Agricultura nacional. Estimaciones privadas hablan de incluso una superficie menor. De acuerdo a estas cifras, el área se reduciría entre un 14% a más de un 20% con respecto al ciclo pasado, cuando se sembraron 1.680.000 hectáreas.

El dato resulta mucho más contundente si se tiene en cuenta que esta superficie se siembra esencialmente en las regiones agrícolas más marginales del país: la provincia del Chaco y el norte de Santa Fe, el Este de La Pampa y el sudoeste de Buenos Aires. En estas, entre 3.000 y 4.000 productores –en su mayoría pequeños y medianos- dependen directamente del cultivo. Por ende, no sólo ellos, sino también los proveedores de servicios agrícolas e incluso las economías de cada pueblo respiran al ritmo del girasol. La nobleza del cultivo ante situaciones de estrés hídrico y su estabilidad de rendimientos lo posicionan en estas regiones como la única alternativa agrícola en algunos casos o la más segura en otros, incluso frente a la soja. Además, desde el punto de vista financiero, el cultivo aporta un ingreso en una época del año que ninguna otra actividad agropecuaria lo hace.

Vale la pena destacar que el girasol expande la frontera agrícola ya que puede sembrarse en los ambientes más desfavorables, donde otros cultivos no tienen posibilidades. En estos ambientes, la opción de los productores no es agrícola sino ganadera, con planteos de baja eficiencia y muy baja productividad.

Si se toma como referencia la campaña 2006/07, la última con menores retenciones y un tipo de cambio más real, desde entonces y hasta la actualidad, en total, la superficie cayó un 43%. En Chaco, un 57%; en Buenos Aires el 37%; en La Pampa el 33%; en San Luis y el 72%, en Córdoba el 72% y en Santiago del Estero el 80%.

El aceite de girasol es un componente de fuerte arraigo en la mesa de los argentinos y si no se toman medidas su futuro se tornará incierto. Casi el 100% del grano de girasol es procesado en nuestro país por un total de 15 industrias, exportándose el excedente del consumo interno como aceite crudo o refinado o en forma de harina proteica como pellet.

En las últimas tres campañas se estabilizaron los rendimientos promedio nacionales en alrededor de los 2000 kg/ha. Esto fue posible gracias a la incorporación de nueva genética y un mejor manejo agronómico. Debemos recordar que Argentina es hoy uno de los mayores referentes mundiales en Ciencia y Tecnología para girasol, con uno de los más altos rendimientos por hectárea comparado con los principales países productores. Siembra Directa, innovaciones genéticas, de manejo y en protección del cultivo han sido ampliamente adoptadas por el productor local.