Los bajos que vuelan alto

En Perdices, Ramiro Irigoyen hizo foco en zonas anegables de su campo y las dio vuelta, sobre todo, con tecnología de procesos. El gran peso de las ideas.

Los bajos que vuelan alto
01deFebrerode2014a las07:17

Los bajos representan una superficie importante para la ganadería argentina, pero muchas veces la falta de difusión de la información técnica para poder manejarlos eficientemente convierte en un gran desafío producir carne en estos ambientes del campo.

Apoyándose en la experiencia de diez años de trabajo en los bajos de La Nélida, el productor Ramiro Irigoyen viene avanzando y transformando estos sitios de cría en ambientes que producen más cantidad y calidad de forraje, y en donde actualmente ya se recría e inverna. Vale la pena conocer su experiencia.

Irigoyen forma parte de la tercera generación de productores en el campo familiar de Perdices, en el sudeste de Entre Ríos. “Acá, el trabajo siempre fue muy tradicional, con campos muy abiertos y naturales”, explica a Clarín Rural, durante la recorrida por los lotes. Pero agrega: “La calidad de los ambientes bajos limita la posibilidad de diferenciarse. Son ambientes que producen mucha materia seca en el verano pero son muy flojos en el invierno y, a partir de abril, se encharcan y, normalmente, están minados de tacurúes (hormigueros gigantes)”.

La Nélida es el campo propio, de 735 hectáreas, pero se suman otras 350 hectáreas que Irigoyen alquila. Del primero hay 250 hectáreas que son agrícolas, sobre las que hace una pequeña superficie de verdeos de invierno; las restantes son ganaderas. De esta superficie ganadera -dice Irigoyen- hay 180 hectáreas sobre las que todavía no se avanzó con las mejoras en el campo natural.

Sebastián Villena, asesor técnico de la regional Litoral Sur de Aacrea aportó lo suyo durante la recorrida. “Estos son campos muy hostiles. Por un lado, es difícil entrar a hacer labores y por eso todo el manejo tiene una componente artesanal muy importante. Por otro lado, hay poca información agronómica sobre estos ambientes; hay que usar algunos datos del INTA o generar información propia”.

A partir de la necesidad de sostener la producción con recursos genuinos en el campo, Irigoyen hace doce años comenzó, con un primo veterinario, con las primeras pruebas en los bajos. Luego se sumó al CREA Litoral Sur y así profundizó aun más la investigación.

Con pautas claras para el manejo de cada ambiente y diferentes tecnologías, actualmente “el campo es un mosaico con distintas variedades de festuca, mejoramiento del campo natural con el agregado de semillas al tapiz, lotes en los cuales se promocionan especies invernales con herbicidas y otros en los que se lo hace a diente”, explica Irigoyen.

Con todos estos manejos, el campo natural de la región, que soporta una carga de 0,5 EV/ha (es decir, una vaca de 200 kilos), pasó en La Nélida a 1,2-1,3 EV. De esta forma, más que se duplicó la carga de cabezas por hectárea y también aumentó la producción de carne, de 110 kilos/ha a 300 kilos/ha. La cantidad de cabezas oscila durante el año entre 900 a 1.200.

Además de la mejora en la calidad del recurso, el constante manejo fino fue otra de las claves para este establecimiento. “Luego de introducir especies y lograr que se implanten, viene manejo y manejo. De eso se trata, básicamente, y es fundamental para la persistencia de las especies. Así, en lugar de desaparecer, vamos progresando”, dice Irigoyen.