Productores temen que la situación se agrave con nuevas lluvias
Lento, muy lento, el agua empieza a escurrir. En los distritos inundados se quejan por los problemas de infraestructura.
Lento, muy lento, el agua empieza a escurrir. Apenas asoma el hilo más alto del alambrado, altura insuficiente aún para tomar dimensión de las duras secuelas que la inundación está dejando en los campos de buena parte de la provincia de Buenos Aires. La muerte de animales, con mayoría de terneros recién nacidos, se ubica a la cabeza de las pérdidas que los productores ya empiezan a estimar como muy significativas.
A gritos, más que ayuda económica o reducción de impuestos, se piden obras que den una solución de fondo a un problema que se repite tras cada tormenta intensa. "No se puede trabajar con la espada de Damocles sobre la cabeza, temiendo que después de cada lluvia nos quedemos bajo el agua", advirtió Germán Facio, presidente de la Sociedad Rural de Dolores, quizás el distrito más perjudicado.
Carlos Masson, propietario de tierras en el partido de Azul, contó a LA NACION que todavía es difícil evaluar el impacto. Pero allí tienen en claro que con un alto porcentaje de la jurisdicción bajo el agua no se pueden esperar milagros. "Habrá pérdidas fuertes porque nos llegó la inundación en pleno período de parición", indicó.