El bosque argentino está (des)encantado
Probablemente junto con la carne vacuna, la forestación argentina sea uno de los rubros más valorados internacionalmente. Calidad de las maderas, tasas de crecimiento extraordinarias y vastas extensiones para desarrollar la actividad, aún inexploradas, forman parte del atractivo.
El balance de estos últimos años entre lo que se tala y lo que se repone es negativo.
Mientras en la actualidad los bosques nativos rondan las 55 millones de hectáreas (el 20% en área roja de preservación), hay al menos 31 millones de hectáreas potenciales para desarrollar los bosques implantados y, con variedad de climas y alturas, que permiten el desarrollo de distintas especies y variedades, lo que daría unos 5 millones de metros cúbicos de madera para uso sostenible por año.
La realidad, sin embargo, muestra sólo poco más de 1,3 millón de hectáreas forestadas (básicamente con pino y eucaliptos), y que el balance de estos últimos años terminó siendo negativo entre lo que se tala (mayoritariamente implantado) y lo que se repone.
Las razones son variadas
Se trata de una inversión de mediano-largo plazo (entre 10-15 años), que requiere de sumas importantes para la implantación, y con algunos riesgos adicionales por el lado de la sanidad y los incendios que, en el caso de la Argentina, ni siquiera cuenta con los aviones hidrantes específicos que requiere la prevención y control. Todo esto, naturalmente, se suma a los efectos generales de la política económica sobre todos los sectores productivos.
Lo cierto es que mientras la Argentina, a pesar de sus posibilidades, va a la cola de las inversiones de este rubro en el Mercosur, detrás de Brasil, Chile y Uruguay, con un desarrollo que se hace cada vez más lento al punto que del potencial forestal de 80-100.000 hectáreas por año, en los últimos tiempos apenas se llegó a la mitad de esa superficie en los momentos de mayor apogeo, y ahora la cobertura anual oscila alrededor de apenas 25.000 hectáreas.