Creció en un universo de telas y naturaleza y hoy se transformó en la referente de la moda sustentable en el mundo
Lucía Chain utiliza cultivos orgánicos para teñir sus prendas que son biodegradables y se adaptan a todo tipo de cuerpo. Con 32 años recorrió el mundo mostrando un nuevo paradigma de la industria textil.
Charlar con Lucía da una sensación de paz. Si bien varios kilómetros nos separan de su taller en Bernal, en el conurbano bonaerense, la calidez de su voz y la manera de transmitir lo que hace, genera cercanía.
Es increíble pensar que del otro lado hay una joven de 32 años que se transformó en la referente de la moda sustentable en el mundo y que todavía elige vivir en su tierra natal, en un ambiente libre de ruidos y en contacto con la naturaleza.
Su trabajo es reconocido en todo el mundo no solo por haber cambiado un paradigma en la moda y en la producción textil, sino porque es 100 % genuino. Habla de ella, de su historia familiar, de su crianza en la naturaleza, de lo cotidiano y tiene una coherencia total con su manera de vivir y hacer.
Para entender el origen de su perfil como diseñadora textil hay que remontarse a su niñez. Lucía fue criada por sus papás y su abuela “sastre”, aunque como en esa época era un oficio exclusivo de hombres, para todos era la “modista”: “Crecí junto con ella queriendo hacer todo lo que ella hacía. Aprendí a coser, a bordar; antes de aprender a leer ya había dado mis primeras puntadas. Todos mis juegos eran con telas, botones, retazos, hilos, todos los objetos que rodeaban a mi abuela”, comenzó diciendo la diseñadora en entrevista con Agrofy News.
Del otro lado estaba la naturaleza. Su mamá es profesora de biología y su papá es floricultor: “Tuve una crianza muy ligada a lo natural. Todas mis preguntas eran respondidas con respuestas de la ciencia, y a su vez mi papá me enseñó con su ejemplo, el valor del trabajo manual, de las manos en la tierra y cómo ella nos da todo lo que necesitamos y cómo tenemos que cuidarla para retribuirle”, continuó contando.
Su papá trabaja en Varela, en el Centro Agrícola El Pato. Tal como relató Lucía, todas las crisis económicas que atravesaron como familia las llevaron adelante alimentándose gracias a lo que su papá cultivaba en el campo. “La producción ligada a la tierra y el universo textil eran mi mundo desde chica”, resaltó.
Transformar desde lo genuino
Lucía empezó a hacer una dieta vegetariana a los 14 y cuando terminó la escuela decidió estudiar Diseño de Indumentaria en la UBA. Inmediatamente se dio cuenta que la indumentaria podía ser mucho más de lo que ella creía que era: “Cuando empecé a estudiar materias más relacionadas a lo social, me di cuenta que a partir de mi trabajo podía transformar situaciones que me resultaban incómodas en la sociedad”.
Así fue que empezó a utilizar materiales de origen natural para sus diseños: “Empecé a investigar cómo preservar el planeta a partir de lo que hago, aunque sea con un mínimo aporte. Ya finalizando la carrera empecé a construir y a entender mi perfil como diseñadora a partir de los elementos que tuve toda mi vida como herramientas”.
Con el tiempo, Lucía comprendió que la única manera que tenía de hacer un proyecto que fuera sostenible por sí misma, era si estaba completamente alineado a sus valores: “Intenté ser lo más genuina posible”, expresó.
Tintes de la tierra: flores, cebollas, yerba mate y paltas
Cuando empezó con sus diseños todavía no se hablaba de sustentabilidad en la moda ni de cómo llevar adelante estas intervenciones textiles, por eso tuvo que empezar a probar los tintes. “Se dio por un accidente en la cocina, se me cayeron cosas y me di cuenta que ciertos pigmentos podían teñir y ahí comencé a explorar”, contó Lucía.
Las tintas son biodegradables e hipoalergénicas. La mayoría de los pigmentos que utiliza son de cultivos de su papá o de productores aledaños: “Es mi proveedor de pigmentos. Se relaciona con distribuidores o revendedores del mercado central, y le separan, por ejemplo, todas las pieles de cebolla. Yo no genero casi residuos orgánicos porque todo lo que se descarta se transforma en un pigmento después”.
Lucía trabaja con un sinfín de materiales: pieles y corazones de palta, pétalos y pistilos de flores, pasto, tierra, yerba, cortezas de árboles: “Teniendo a mi papá en el campo tenía mucha materia prima para utilizar entonces empecé a armarme una especie de “laboratorio” donde probé todas las posibilidades de colores, a mezclarlos entre sí y a armar mis propias paletas”, continuó contando.