Las anécdotas de la joven veterinaria que montó una ambulancia acuática: los animales la esperan en el muelle
Recorre los canales y ríos del Delta del Tigre brindando atención a mascotas y animales de granja; su sueño es montar su clínica propia
Leila, la veterinaria isleña a domicilio
Leila Peluso López tiene 29 años y hace cinco que se recibió de veterinaria. Comenzó a trabajar en un consultorio en Tigre, su ciudad natal, hasta que empezó a recibir pedidos de gente que vive en el Delta para atender a sus mascotas y animales de granjas y decidió montar una ambulancia móvil en el río para asistirlos.
“Los vecinos de la isla se enteraron que era veterinaria entonces me empezaron a llamar. Así fue que empecé a trabajar cinco días en la ciudad y un día en la isla. Cuando vi que no me alcanzaba, sumé otro día, y otro. Fue un cambio paulatino hasta que decidí dedicarme a esto al 100 %”, contó Leila en entrevista con Agrofy News.
Veterinaria móvil: del gomoncito a la lancha
Leila es tan amante de los animales como del río y la vida la llevó a que pudiera combinar ambas. Su pasión por la navegación se la contagió su familia desde chica: “Tenemos un local de deportes náuticos. Desde que nací que estoy en el río, ellos me inculcaron todo lo que sé”.
La joven veterinaria zarpa cada mañana del Puerto de Tigre para navegar por los ríos y canales del Delta. Empezó con una lancha colectiva, luego un gomón, hasta que pudo comprarse una lancha tracker, que le brinda más seguridad y comodidad.
“Al principio tenía pocos pacientes en la isla. Como veía que iba creciendo mi trabajo, necesitaba poder llevar más servicios. Empecé a ahorrar para tener una embarcación propia. Así llegó el primer gomón semirrígido que me dio mucha independencia pero también tenía muchas limitaciones, de clima, de espacio”.
La anécdota de Leila
“Un día de sudestada estaba con el gomón semirrígido en 2da sección y se me descosió la tela del gomón y se me empezó a desinflar todo de un costado. Había unas olas terribles. Tenía que cruzar, justo era martes y la guardería estaba cerrada. No había mucha gente en el río. Lo llamé a mi papá y le hice videollamada para sentir compañía y me decía ´acelerá, no frenes y si ves una playa bajá´. Terminé en Villa La Ñata, no llegué a Tigre. Ahí quedó un par de días hasta que la arreglaron y la pude volver a traer”, contó.