La sequía más cruel: el pueblo en el que hay que pensar bien qué comer por la falta de agua
En Fortín Charrúa el agua se reutiliza hasta cinco veces y la seca obligó a descartar las huertas
FORTÍN CHARRÚA (Enviado especial).- Todo es tierra y color ocre en los bajos submeridionales. La ruta provincial 40 conduce a un paisaje que le falta brillo. En realidad le falta agua. Vida. Sin embargo, a casi 60 kilómetros de Fortín Olmos, el entorno cambia.
Aparece de repente y transforma el paisaje cuando uno menos se lo espera. Los colores se mantienen, pero la sequía tiñó de tristeza la zona. Solo con una cosa no pudo: la calidez de los habitantes de Fortín Charrúa, o solo Charrúa, como se lo conoce en la zona. Un paraje de 150 personas que vive de la ganadería y hoy padece la escasez de agua.
Es tanto el impacto de la sequía, que los habitantes deben priorizar el agua para consumo y aseo. Además, le dan multiplicidad de usos a este bien escaso. Tirar el agua después de lavar la ropa o los platos no es una opción en esta zona. Nada se pierde, todo se transforma, canta Jorge Drexler, que es charrúa. Y así hacen en este pueblo. El agua se reutiliza para regar, bañar el perro, entre otras opciones, pero nunca se pierde.
Fortín Charrúa.
Esta localidad despertó una intriga en particular porque cuenta con un aljibe comunitario. La población se abastece a través de canillas distribuidas y la disponibilidad de agua depende de que llueva o la extracción de un pozo que por la salinidad en este momento no se utiliza. Otra salida es ser abastecidos por el pueblo más cercano, con un camión cisterna.
En medio de este paisaje triste, teñido por la sequía, está la localidad que tiene siete cuadras y le da brillo a esta zona del bajo submeridional. Llegar no es fácil. Son kilómetros de camino de tierra que no está en buen estado, pero es transitable.
Hacen 38 °C. El sol asfixia y escasean las plantas para refugiarse a la sombra. El silencio intimida ante la inmensidad del entorno. Casas bajas, que mezclan barro con material, reciben a los visitantes. Son las 15 hs. y por las calles no andan ni los insectos. Lo que se toca, quema.
Sin señal, no quedó otro remedio que aplaudir en la segunda casa. Esas eran las indicaciones que habían hecho llegar. Al tono de tres aplausos aparece Fernando, un joven con camiseta de fútbol desorientado porque alguien lo molestó en plena siesta. Claro, a quién se le ocurre caer a una casa a esta hora. Perdón.
Fernando entra y llama a su mamá, Isabel Montenegro. Mientras el sol liquida todo lo que se interpone en su camino, abren la puerta de su casa. Isa, como la conocen en Charrúa, nació y se crió aquí.
No quiere saber nada con mudarse y su sueño es ver a su pueblo pujante y con las necesidades básicas resueltas. “Sueño con que se pueda abrir la canilla y salga agua”, cuenta a Agrofy News.