El duro primer discurso de Javier Milei como presidente: "No hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock"

El libertario abrió su mandato desde las escalinatas del Congreso; dio un dificil diagnóstico de la herencia kirchnerista; dijo que "habrá estanflación" y que los recortes caerán sobre el Estado

10deDiciembrede2023a las12:17

"Hoy comienza una nueva era en la Argentina, hoy damos por terminada una larga y triste historia de decandencia y declive, y damos inicio a la transformación de nuestro país", destacó Javier Milei en su primer discurso como presidente de la Nación.

Al mismo tiempo, alertó sobre la herencia económica que deja el gobierno saliente y apuntó a la necesidad de fuertes reformas económicas. "El desafío que tenemos por delante es titánico".

Primer discurso de Milei como presidente

"Los argentinos, de manera contundente, han expresado una voluntad de cambio que ya no tiene retorno. No hay vuelta atrás, hoy enterramos décadas de fracaso", agregó.

"Hoy comienza una nueva era en la Argentina, de paz y prosperidad. De crecimiento y desarrollo, de libertad y progreso", resaltó Javier Milei frente a la plaza del Congreso.

"Ningún otro gobierno recibió una herencia peor que la que recibimos nosotros", aclaró y dijo que hay un "desmadre monetario" del gobierno saliente.

En este sentido, comentó: "No hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock". También apuntó que no servirá el gradualismo. Cabe señalar que mañana desde las 8 am se conocerán las primeras medidas. "La unica posición posible es el ajuste, remarcó.

"Prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable. Sé que las fuerzas del cielo nos acompañan. Será difícil pero lo vamos a lograr. Viva la libertad carajo", dijo Milei al final de su mensaje de 35 minutos pronunciado desde las escalinatas del Congreso.

Luego de asumir, el presidente Javier Milei recorrió a pie un tramo de la avenida de Mayo desde el Congreso nacional hacia la Plaza de Mayo.

El flamante mandatario inició la recorrida a bordo de un auto descapotable acompañado por su hermana Karina, aunque luego se bajó para acercarse a la gente que lo saludaba.

Javier Milei: el discurso completo

Señores ministros de la Corte, señores gobernadores, señores diputados y senadores nacionales, presidentes y dignatarios extranjeros, argentinos, hoy comienza una nueva era en Argentina.

Hoy damos por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive y comenzamos el camino de la reconstrucción de nuestro país. Los argentinos, de manera contundente, han expresado una voluntad de cambio que ya no tiene retorno. No hay vuelta atrás. Hoy enterramos décadas de fracaso, peleas incestinas y disputas sin sentido. Peleas que lo único que han logrado es destruir nuestro querido país y dejarnos en la ruina. Hoy comienza una nueva era en Argentina. Una era de paz y prosperidad. Una era de crecimiento y desarrollo. Una era de libertad y progreso.

Hace 200 años, un grupo de ciudadanos argentinos reunidos en San Miguel de Tucumán, le dijeron al mundo que las provincias unidas del Río de la Plata no eran más una colonia española, y que a partir de ese histórico momento, seríamos una nación libre y soberana. Durante décadas, nos enfrentamos en disputas internas acerca cuál debía ser la forma institucional que nuestro país necesitaba.

En 1853, luego de 40 años de haber declarado la independencia, bajo el auspicio de un pequeño grupo de jóvenes idealistas que hoy conocemos como la Generación del 37, decidimos como pueblo abrazar las ideas de la libertad. Así, se sancionó una Constitución liberal con el objetivo de asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Lo que vino después de la sanción de esa constitución, de fuerte raigambre liberal, fue la expansión económica más impresionante de nuestra historia. De ser un país de bárbaros enfrascados en una guerra sin cuartel pasamos a ser la primer potencia mundial. Para principios del siglo XX éramos el faro de luz de Occidente.

Nuestras costas recibían con brazos abiertos a millones de inmigrantes que se escapaban de una Europa desbastada en búsqueda de un horizonte de progreso. Lamentablemente, nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazaron las ideas empobrecedoras del colectivismo.

Durante más de 100 años, los políticos han insistido en defender un modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria. Un modelo que considera que los ciudadanos estamos para servir a la política y no que la política existe para servir a los ciudadanos. Un modelo que considera que la tarea de un político es dirigir la vida de los individuos en todos los ámbitos y esferas posibles. Un modelo que considera al Estado como un botín de guerra que hay que repartir entre los amigos. Señores, ese modelo ha fracasado. Ha fracasado en todo el mundo, pero en especial, ha fracasado en nuestro país.

Así como la caída del Muro de Berlín marcó el final de una época trágica para el mundo, estas elecciones han marcado el puente de quiebre de nuestra historia.

En estos días, muchos se ha hablado de la herencia que vamos a recibir. Dejen que sea muy claro en esto. Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros. El kirchnerismo, que en sus inicios se captaba de tener superávit gemelos, esto es, superávit fiscal y externo, hoy nos deja déficit gemelos por 17% del PBI.

A su vez, de esos 17 puntos del PBI, 15 corresponden al déficit consolidado entre el Tesoro y el Banco Central. Por lo tanto, no existe solución viable en la que se evite atacar al déficit fiscal. Al mismo tiempo, de esos 15 puntos de déficit fiscal, 5 corresponden al Tesoro Nacional y 10 al Banco Central, por lo que la solución implica, por un lado, un ajuste fiscal en el sector público nacional de cinco puntos del PBI, que a diferencia del pasado, caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado.

Por el otro, es necesario limpiar los pasivos remunerados del Banco Central, los cuales son responsables de los 10 puntos de déficit del mismo. De esta manera se pondría fin a la emisión de dinero, y con ello a la única causa de la inflación empíricamente cierta y válida en términos teóricos. Sin embargo, dado que la política monetaria actúa con un rezago que oscila entre 18 a 24 meses, aun cuando hoy dejemos de emitir dinero, seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del gobierno saliente. Haber emitido por 20 puntos del PBI como se hizo en el gobierno saliente no es gratis. Lo vamos a pagar en inflación.

A su vez, el cepo cambiario, otra herencia de este gobierno, no sólo constituye una pesadilla social y productiva, porque implica altas tasas de interés, bajo nivel de actividad, escaso nivel de empleo formal y salarios reales miserables que impulsan el aumento de pobres indigentes, sino que además el sobrante de dinero en la economía hoy es el doble que había en la previa del Rodrigazo.

Para tener una idea de lo que eso implica, recordemos que el Rodrigazo multiplicó por seis veces la tasa de inflación, por lo que un evento similar significaría multiplicar la tasa de inflación por 12 veces, y dado que la misma viene viajando a un ritmo del 300%, podríamos pasar a una tasa anual del 3.600.

A su vez, tranquilos que no termina acá, la herencia sigue.

A su vez, dada la situación de los pasivos remunerados del Banco Central, la cual es peor que la que había en la previa de la hiperinflación de Alfonsín, en muy poco tiempo se podría cuadruplicar la cantidad de dinero y con ello llevar a la inflación a niveles del 15.000% anual.

Esta es la herencia que nos deja, una inflación plantada del 15.000% anual, la cual vamos a luchar contra uñas y dientes para erradicarla.

Es más, este número que parece un disparate, quiero que sepan que implica una inflación del 52% mensual, mientras que hoy mismo ya viaja a un ritmo, de acuerdo a estimaciones privadas, que oscilan entre el 20% y el 40% mensual para los meses entre diciembre y febrero.

Esto es, el gobierno saliente nos ha dejado plantada una hiperinflación y es nuestra máxima prioridad hacer todos los esfuerzos posibles para evitar semejante catástrofe, que llevaría a la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%.

En consecuencia, no hay solución alternativa al ajuste. Por otra parte, la herencia no termina ahí, ya que los desequilibrios en tarifas son soles equiparables al desastre que dejó el Kirchnerismo en el año 2015.

En el plano cambiario, la brecha oscila entre el 150% y el 200%, niveles también similares a los que teníamos en el Rodrigazo.

A su vez, la deuda con importadores supera los 30.000 millones de dólares y las utilidades retenidas a las empresas extranjeras alcanzan los 10.000 millones de dólares.

La deuda del Banco Central e YPF suman 25.000 millones de dólares y la deuda del Tesoro Pendiente suma unos 35.000 millones de dólares adicionales.

Esto es, la bomba en términos de deuda asciende a 100.000 millones de dólares que habrá que sumar a los cerca de 420.000 millones de dólares de deuda ya existente.

Naturalmente, a estos problemas hay que sumarle también los vencimientos de deuda de este año, donde los vencimientos de deudas en pesos son equivalentes a 90.000 millones de dólares y 25.000 millones de dólares en monedas extranjeras con organismos multilaterales de crédito.

Sin embargo, con mercados financieros cerrados y el acuerdo con el FMI caído por los brutales incumplimientos del gobierno saliente, el rollover de deuda es por demás desafiante aún para el mítico cíclope.

Como si todo esto fuera poco, esto transcurre en una economía que no crece desde el año 2011.

Y en línea con lo anterior, el empleo formal en el sector privado se mantiene estancado en 6 millones de puestos de trabajo, llegando a la locura que el mismo es superado en un 33% por el empleo informal.

Por ello, no debería sorprender a nadie que los salarios reales se hayan destruido, ubicado en torno a los 300 dólares mensuales, los cuales no sólo son 6 veces inferiores a los de la convertibilidad, sino que de haberse mantenido la tendencia de aquellos años, o como lo decían ellos, el maldito neoliberalismo, hoy oscilarían entre 3.000 y 3.500 dólares por mes.