La batalla agrícola: dos lecciones desde el campo que me marcaron un antes y un después en el manejo del maíz
La lluvia finalmente llegó, desatando una batalla entre el maíz y la sequía en el veredicto final: la cosecha; cuando conocí sobre el poder del Nitrógeno y la dosis variable
Hace una década atrás, en la campaña seca del 2012/13, en la batalla constante por cosechar victorias en los campos de Río Cuarto, me encontraba navegando las arenas de la toposecuencia típica: loma, media loma y bajo; armado con el conocimiento adquirido en la UNRC (Universidad Nacional de Río Cuarto). La clave: entender la reserva y el almacenaje de agua, la disponibilidad de nitrógeno y, su relación con cada posición del terreno. El desafío era sembrar un maíz de segunda sobre un terreno y antecesor desafiante (trigo), donde la billetera debía de algún modo creativo matar al galán.
Lecciones desde un campo de maíz
Con un muestreo previo, determiné el nivel de nitrógeno en el suelo: 65 Kg/Ha de N-NO3 (0-60 cm). La estrategia fue asignar dosis de nitrógeno según las necesidades, gobernadas por el potencial productivo, de cada zona (loma, media loma y bajo), pero confieso que este enfoque no me hacía sentir “all-in” por lo que, diseñé un ensayo en franjas con dosis creciente de Nitrógeno en la zona más fulera del lote: la loma.
El primer episodio de esta saga agrícola se documentó en el ensayo, donde la franja sin Nitrógeno destacaba (quizás por estar malísima) sobre las demás. La lluvia era escasa, como si los dioses del clima nos desafiaban, como es costumbre.