Ser contratista en el 2024: tres historias inspiradoras que hablan de cómo es trabajar en familia en los campos de la Argentina
Ser contratista rural es mucho más que una actividad económica, es un modo de vida, una pasión que se hereda; conocé casos del Día del Padre
“Mi viejo es el mejor socio que puedo tener. Nunca se nos acaban los proyectos y cada día es un desafío”, dice Martín Aguirre Saravia (32), hijo de Patricio (64), contratista forrajero de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires.
"Cuando era chico me mandaban castigado al campo y a mí me encantaba"
Ellos son dos de los protagonistas de las tres historias que queremos contarles, de padres que heredaron la pasión por la prestación de servicios rurales a sus hijos. Historias unidas por el amor a una marca que ayuda a que las familias puedan disfrutar del trabajo en el campo cada día.
“Hace 41 años me hice contratista sin quererlo”, cuenta Patricio. Viene de una familia de productores de Santiago del Estero que un día compraron una picadora para uso interno y luego vendieron el campo. Él se quedó con la máquina y la experiencia de esos años. “Corría 1982, y empecé a bajar picando maíces sembrados más al Sur. Por entonces prácticamente no existía la figura del contratista forrajero y yo tenía una de las primeras picadoras autopropulsadas que habían llegado al país”, recuerda.
Primero fue un medio de vida. Luego se transformó en una pasión. Eso lo cambió todo. “Una vez, un vendedor me preguntó: `¿Qué harías si tuvieras 100 millones de dólares?´. `Tendría todo igual´ - le contesté-, `pero más nuevo´”. La cita lo pinta de cuerpo entero y habla de su pulsión por invertir, de ir por más.
“Eso no quita que sea un trabajo en el que hay que convivir con mucha presión. Pero en estos casos siempre le recuerdo a Martín que en 15 días todo será una anécdota”, aclara. “Cuando comencé, esta actividad era nueva. Estas generaciones corren con la ventaja de no tener que lidiar con la página en blanco”, reflexiona.
Martín (32) dice que es contratista desde que nació. “Cuando era chico me mandaban castigado al campo y a mí me encantaba porque estaba entre los fierros”. Aunque hizo su propio camino en la ciudad, en el 2015 volvió para sumarse al negocio familiar. “Ahí experimenté la verdadera dimensión del compromiso: la responsabilidad de liderar un equipo. Hay gente que trabaja acá desde antes de que yo naciera. El otro día, en el asado de fin de campaña, justo recordaban que yo dormía sentado, acostado en la cabina, en los pies de los maquinistas”, recuerda.