Una mano para el maní

08deFebrerode2003a las08:04

La siembra de maní se redujo casi a la mitad. Toda la cadena estructurada en los últimos años, con importantísimas inversiones en plantas de procesamiento, equipos de siembra, cultivo y cosecha, sufrirá las consecuencias de una brutal caída de la producción. Lo saben, y se están preparando para lograr una fuerte recuperación en el 2003. El negocio lo amerita: supo facturar 400 millones de dólares, una cifra imponente sobre todo si se considera que la producción está concentrada en el centro-sur de la provincia de Córdoba, donde hay 10.000 familias involucradas en la cadena.

¿Cómo puede ser que un producto destinado casi en su totalidad al mercado internacional, reaccione así a la devalua ción?. Para Francisco Conti, productor, exportador y gerente de la Cámara Argentina del Maní, la cuestión es muy sencilla: el maní es un cultivo muy costoso, altamente dependiente de insumos dolarizados. Sembrar una hectárea cuesta unos 500 dólares, entre alquiler, agroquímicos, semillas y laboreo.

Encima, desapareció el financiamiento de insumos, pues las empresas proveedoras dejaron de lado los planes canje a cosecha. Frente a este panorama, el achique era inevitable. Y fue mayor en los pequeños productores independientes, que redujeron la superficie en más de un 60%. Tenían la opción de sembrar otra cosa (soja) o dejar la tierra en descanso. Los más grandes, en general integrados con plantas de procesamiento y oficinas de exportación, bajaron la siembra sólo un 25%. Para colmo, el precio de exportación había caído desde los 750 dólares hasta 640. Y la devaluación había sido compensada con retenciones del 20%. Todo mal.

Algo se arregló cuando el gobierno redujo las retenciones al 10%. Y ahora, como consecuencia de la sequía en los Estados Unidos, los stocks bajaron y el precio está por encima de los 800 dólares. Pero aquí la producción, si el clima acompaña, será de apenas 200.000 toneladas, cuando en 1998 había superado las 600.000.

El maní experimentó una profunda modernización en los últimos años: desde el tipo de variedad que se cultiva, hasta la forma de cultivar, procesar y exportar. Sin embargo, hay una gran brecha entre el rendimiento potencial y el actual. El promedio de los últimos cinco años es de 1.448 kilos por hectárea. Según el INTA se pueden obtener de manera consistente niveles de 3.000 kg/ha. Los 1.000 productores maniseros aplican en general una tecnología de punta en el manejo de enfermedades foliares y malezas. El punto flaco está en la falta de rotaciones, lo que produjo un deterioro avanzado de los suelos. Esto repercute en el aprovechamiento del agua de lluvias.

Entre los cambios operados, se fue dejando de lado la variedad tradicional, de piel colorada o "spanish", para entrar de lleno en el "runner", una variedad de genética norteamericana, de piel rosado-pálida, con grano más grande, más uniforme y también mayor rinde. Esto fue clave para acceder a los mejores mercados, donde los consumidores son de nivel "A 1" y están atendidos por las grandes corporaciones de alimentos.

Por otro lado, la semilla que se ofrece en el mercado es de regular o baja calidad, con mucha mezcla varietal, bajo poder germinativo y vigor. Hay escasa disponibilidad de semilla certificada y falta de desarrollo de nuevas características agronómicas y de calidad.

Otros desafíos se centran en la difusión del riego, un mejor control de hongos patógenos del suelo, y todo lo que tiene que ver con la intensificación de la producción con el uso de fertilizantes. También se anota como deficiencia el escaso equipamiento (descapotadoras) para efectuar una cosecha anticipada a fin de reducir la permanencia del maní en el campo, período en el que las pérdidas pueden ser enormes (promedio, 500 kg/ha).

Como se vé, queda mucho para hacer. Por eso se proyecta crear un Fondo de Promoción, qu