Agricultura, paz y democracia
Según el ministro de Agricultura de Brasil, Roberto Rodríguez, cuando la agricultura de los países en desarrollo sea estimulada y aumente su producción, no llenará sólo el bolsillo de sus agricultores: generará, eso sí, empleos, riqueza, renta y excedentes exportables a esos países, lo que disminuirá el abismo entre ricos y pobres.
Los países en desarrollo han defendido que los avances en las negociaciones internacionales dentro de la Ronda de Doha sólo se darán si hubiere un verdadero progreso en la apertura comercial agrícola por parte de los países desarrollados. Esa posición también fue asumida por la inmensa mayoría de los países exportadores de productos agrícolas, que han enfrentado la brutal resistencia de los países que subsidian fuertemente sus productores como la Unión Europea, Japón, EUA, Corea, entre otros. En la última Reunión Ministerial de la OMC en Cancún los países en desarrollo comprometidos con esa apertura, como Brasil, Argentina, México, China, India y Sudáfrica consolidaron un amplio arco de alianzas con la creación del denominado G-22. La propuesta presentada por el grupo estableció consideraciones fundamentales sobre los tres pilares básicos de la negociación agrícola: acceso a mercados, políticas de apoyo interno y incentivos a las exportaciones.
El acuerdo previamente convenido entre Estados Unidos y la Unión Europea fue absolutamente inaceptable, porque no representó ni la menor perspectiva de avance en términos de acceso a mercados. La posición de la UE en cuanto al acceso a mercados también fue muy dura y muy reluctante. El G-22, que recibió el apoyo de la opinión pública mundial, fue la gran novedad en Cancún. Al grupo se le reconoció su relevante papel en el comercio mundial: representa 60% de la población, 50% del valor de la producción agrícola y 25% del comercio de productos agropecuarios del planeta.
La Ronda de Doha es un largo viaje, que comenzó en Qatar, en 2001, tuvo algunas paradas estratégicas por el camino y sólo debe terminar en diciembre de 2004. Deberíamos haber avanzado hacia acuerdos, pero Cancún acabó por ser una parada forzosa. El viaje, sin embargo, continua. Hubo, como se dice en el lenguaje futbolístico, un empate cero a cero. La cancha no era nuestra, el juez tampoco. Y la hinchada se quedó sin saber por quien inclinarse. Pero aun con un equipo más débil, conseguimos empatar el partido. Lo peor hubiera sido finalizar con un acuerdo negativo, porque serían muchos años sin chances para mejorar. De eso nos libramos.
En la medida en que los denominados temas de Singapur, que se extienden desde compras gubernamentales hasta inversiones, llevaron a la Unión Europea a ceder en busca de un acuerdo, el G-22 seguramente tendría que disminuir sus expectativas sobre los resultados en las negociaciones de agricultura. Así tendríamos una negociación mucho más ardua y con grandes chances de pérdidas efectivas. Cancún no fue, por lo tanto, un fracaso. Dejamos de ganar, pero tampoco perdimos.
Es importante recordar que existe el interés de todos los países en mantener viva la Ronda de Doha. Lo contrario sí sería un fracaso. Pertenece a la lógica negociadora que el comercio mundial agrícola sea abierto. Infelizmente, eso no ha prevalecido hasta ahora. Intereses electorales, de carácter político, culturales, sociales y económicos de algunos pocos países se han superpuesto al interés de todos. Sólo cuando algo mucho más amplio y mucho más grave se plantee podrá el mundo desarrollado verificar la falta de cordura que es mantener la protección agrícola. Inhibir el avance de los países en desarrollo significará mantener la miseria y el malestar social.
Cada vez está más claro que una de las consecu