Una década de cambios en la cuna de la soja
Investigadores de distintas disciplinas trataron en Agrarias las transformaciones en el área sojera
25deOctubrede2003a las08:07
El puntapié inicial de la expansión sojera en Argentina fue el sur de Santa Fe. ¿Qué le hizo la soja a esta región? Por un lado la convirtió en cabecera de un complejo económico que hoy está a la cabeza del país. Por otro, aceleró transformaciones productivas, sociales, culturales y ambientales cuyas consecuencias son por estos días motivos de intensos debates.
Para analizar estos cambios, la Escuela de Graduados de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR convocó a un seminario con investigadores de distintas áreas e instituciones, bajo la consigna de avanzar en una perspectiva interdisciplinaria sobre "las transformaciones en el área sojera núcleo".
En ese marco, Roxana Albanesi, presentó una investigación sobre los cambios que la agriculturización de los 90 provocó en la dinámica económica, social y cultural, a nivel de empresas familiares del sur de Santa Fe. Consignó como "la transformación más importante" la caída del 26% de las explotaciones agropecuarias registrada en el último censo agropecuario.
El grupo que integra la investigadora realizó un extenso trabajo de campo destinado a sondear las estrategias a las que recurrieron los productores para adaptarse a estas transformaciones. Así, destacó el fortalecimiento de la "estrategia rentística" como respuesta a la necesidad de aumento de la escala y el mayor requerimiento de capital para reproducir el ciclo productivo.
Se trata, en rigor, de un proceso que aceleró "las transformaciones que comenzaron a producirse en los 70 con la modernización del sector" y que determinó la consolidación del negocio basado en la especialización en la producción agrícola para el mercado externo, a la par de un debilitamiento de la actividad destinada al mercado interno. Esto modificó la vida de muchos pueblos del interior. Cayó el empleo rural, la figura dominante pasó a ser el productor arrendatario y los productores incorporaron la prestación de servicios (provisión de insumos, acopio, etcétera) como forma de diversificación. La población rural tendió a migrar no sólo por falta de empleo sino por la adopción de pautas culturales urbanas, propias de un proceso que marcó la "consolidación y concentración de una burguesía agrícola".
Albanesi explicó que las empresas familiares demostraron mayor flexibilidad frente a estos cambios, básicamente porque "al no tener que pagar salarios, las empresas familiares pueden restringir su consumo". El proceso de modernización obligó a ganar escala y a aumentar el capital para trabajar cada vez mayor superficie, generando una mayor competencia por la tierra y un aumento de la renta.
El arrendamiento ganó un peso preponderante en la "estrategia de persistencia" en el sector. Según la encuesta, más de la mitad de los productores trabaja tierra propia y de terceros y el 78% de la superficie es trabajada por propietarios arrendatarios. Si bien la tendencia a salir a tomar tierra es mayoría entre los productores más chicos, un incremento notable se dio en el segmento de los que poseen más de 500 hectáreas, llegando al 51%. "Se pensaba que la toma de tierras era una estrategia del productor chico pero ahora vemos que atraviesa todos los estratos, esto habla de que también hay concentración", indicó Albanesi. El otro dato es la movilidad. Sólo el 50% de los productores de menos de 50 hectáreas permanecieron en su estrato de origen. "La región le garantiza al que se retira un alquiler sin correr el riesgo de producción", aseveró. El pago en quintales minimiza aún más este riesgo.
La soja transgénica, la siembra directa y el glifosato se convirtieron en el núcleo tecnológico de la zona. Si bien este modelo si
Para analizar estos cambios, la Escuela de Graduados de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR convocó a un seminario con investigadores de distintas áreas e instituciones, bajo la consigna de avanzar en una perspectiva interdisciplinaria sobre "las transformaciones en el área sojera núcleo".
En ese marco, Roxana Albanesi, presentó una investigación sobre los cambios que la agriculturización de los 90 provocó en la dinámica económica, social y cultural, a nivel de empresas familiares del sur de Santa Fe. Consignó como "la transformación más importante" la caída del 26% de las explotaciones agropecuarias registrada en el último censo agropecuario.
El grupo que integra la investigadora realizó un extenso trabajo de campo destinado a sondear las estrategias a las que recurrieron los productores para adaptarse a estas transformaciones. Así, destacó el fortalecimiento de la "estrategia rentística" como respuesta a la necesidad de aumento de la escala y el mayor requerimiento de capital para reproducir el ciclo productivo.
Se trata, en rigor, de un proceso que aceleró "las transformaciones que comenzaron a producirse en los 70 con la modernización del sector" y que determinó la consolidación del negocio basado en la especialización en la producción agrícola para el mercado externo, a la par de un debilitamiento de la actividad destinada al mercado interno. Esto modificó la vida de muchos pueblos del interior. Cayó el empleo rural, la figura dominante pasó a ser el productor arrendatario y los productores incorporaron la prestación de servicios (provisión de insumos, acopio, etcétera) como forma de diversificación. La población rural tendió a migrar no sólo por falta de empleo sino por la adopción de pautas culturales urbanas, propias de un proceso que marcó la "consolidación y concentración de una burguesía agrícola".
Albanesi explicó que las empresas familiares demostraron mayor flexibilidad frente a estos cambios, básicamente porque "al no tener que pagar salarios, las empresas familiares pueden restringir su consumo". El proceso de modernización obligó a ganar escala y a aumentar el capital para trabajar cada vez mayor superficie, generando una mayor competencia por la tierra y un aumento de la renta.
El arrendamiento ganó un peso preponderante en la "estrategia de persistencia" en el sector. Según la encuesta, más de la mitad de los productores trabaja tierra propia y de terceros y el 78% de la superficie es trabajada por propietarios arrendatarios. Si bien la tendencia a salir a tomar tierra es mayoría entre los productores más chicos, un incremento notable se dio en el segmento de los que poseen más de 500 hectáreas, llegando al 51%. "Se pensaba que la toma de tierras era una estrategia del productor chico pero ahora vemos que atraviesa todos los estratos, esto habla de que también hay concentración", indicó Albanesi. El otro dato es la movilidad. Sólo el 50% de los productores de menos de 50 hectáreas permanecieron en su estrato de origen. "La región le garantiza al que se retira un alquiler sin correr el riesgo de producción", aseveró. El pago en quintales minimiza aún más este riesgo.
La soja transgénica, la siembra directa y el glifosato se convirtieron en el núcleo tecnológico de la zona. Si bien este modelo si