Creatividad para instrumentar una política ganadera.
La intención es loable; sorprende el camino elegido para la consecución de tal fin...
La intención es loable; sorprende el camino elegido para la consecución de tal fin. El Gobierno busca lograr un mayor volumen de carne producida con el mismo stock ganadero para hacer frente a una mayor demanda exportadora y al aumento del consumo interno.
Instrumentar una política ganadera para estimular el engorde y la terminación de animales de mayor peso a la faena resultaría harto sencillo con un mínimo de creatividad. Bastaría, por ejemplo, con permitir desgravar del impuesto a las ganancias un porcentaje creciente del monto de las ventas realizadas con destino a faena, en la medida de su mayor kilaje. Sin embargo, el cortoplacismo en que se encuentra sumido el Gobierno lo impulsa a inclinarse por implementar medidas de difícil control y ejecución, cuya naturaleza no contribuye a la solución de los problemas de fondo, pero sí a la distorsión del mercado. Experiencias del pasado han demostrado el nocivo resultado de políticas intervencionistas que impulsaron medidas como precios máximos, cupos o vedas al consumo.
La prohibición de enviar para faena animales de menos de 300 kilos a partir del 1º de noviembre próximo es una medida mal pensada, de poco análisis, que vulnera claramente la libertad de comercio, afectando las decisiones privadas de los productores y su eficiencia productiva.