Una rebelión que surge del interior profundo
Aunque se niegue a reconocerlo, el Gobierno tiene un serio problema social y político con la rebelión de los productores agropecuarios, que prácticamente ha aislado el interior por los más de 300 cortes de rutas que ni los propios dirigentes rurales pueden controlar.
No se trata de la “oligarquía vacuna” o de “los reyes de la soja”, como imaginan algunos funcionarios y aliados del oficialismo, que expresan su descontento. Son agricultores y ganaderos pequeños y medianos, a los que se les suman comerciantes, industriales, pobladores comunes e intendentes y concejales que se animan a desafiar, como nadie lo había hecho hasta ahora, una decisión de la Casa Rosada.
Es la “burguesía nacional” del interior, para decirlo en el lenguaje de otros tiempos, la que le está diciendo al Gobierno que no se puede apropiar cuándo quiere y cómo quiere de la riqueza que generan con su trabajo y su inversión. Es la rebelión del interior profundo.
Cada vez más municipios de Santa Fe, Córdoba o Buenos Aires calculan cuánto se lleva el Estado nacional en concepto de retenciones y cuál es el presupuesto que les queda a las intendencias. Por ejemplo, Salliqueló, en el oeste bonaerense, en febrero pasado aportó en concepto de retenciones a los granos y la carne aproximadamente 156 millones de pesos. Con ese dinero, estimó la Asociación Rural local, se podrían haber asfaltado 1658 cuadras, haber comprado 313 motoniveladoras y creado 6530 puestos de trabajo en un año. Además, la municipalidad se hubiera asegurado su presupuesto por 14 años.