Lo bueno duró poco - Por Flavia Rossi (*)
A pesar de que muchas órdenes de venta se activaron, la situación no duró demasiado.
Este año, el productor se financió con el maíz y prefirió guardar la soja a la espera de mejores precios. La premisa fue vender mientras la exportación estuviera activa, con el recuerdo fresco de no poder colocar el trigo luego de cosechado.
Las posibilidades de vender disponible hace meses que están limitadas. La última pizarra fue a fines de febrero (457 pesos la tonelada ó 120 dólares) y desde entonces la única alternativa de colocación en puertos fue vender diferido (algo de físico o a través del término).
Los exportadores fueron cubriendo sin apuro los ROE que recibían y arrancaron junio con compras superiores a las 11 millones de toneladas. El panorama habría sido oscuro de no ser por la ampliación del saldo exportable.