El vino: la crisis obliga a revisar los números

En los 90, se inició la transformación, que convirtió al país en el quinto productor mundial y el 10° exportador; la inflación de costos, el dólar bajo y la falta de crédito acechan a la industria.

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El sector vitivinícola representa el 1,3% del PBI del país.

El sector vitivinícola representa el 1,3% del PBI del país.

31deDiciembrede2014a las08:27

Sola, obstinada y en silencio, como aquella oleada de inmigrantes que trajo en los barcos las primeras estacas de vides que poblaron la región cuyana. Así se desarrolló la producción del vino en la Argentina, hasta llegar a posicionarse, a principios de este siglo, como una muy respetable industria exportadora, con peso en el mercado mundial. Pero algo más temido que las heladas tardías que diezman los viñedos o que las plagas que carcomen las uvas se cierne hoy sobre el sector: la inflación, el dólar bajo y las altas tasas para acceder al financiamiento. Ese cóctel pone en peligro lo más preciado que se había logrado: rentabilidad y posicionamiento de mercado.

Esta realidad lleva a que se acelere un proceso de concentración que ya existe en países como Chile, Australia y Nueva Zelanda. Para peor, es un sector en el que los proveedores y los compradores, internos y externos, también están cada vez en menos manos. El abastecimiento de insumos como las botellas lo dominan sólo tres empresas (Cattorini, Verallia y Owens-Illinois), hay dos de importación de corcho (Molinas Argentinas y RX) y dos de cajas (Cartocor y Zucamor). En el caso de los clientes internos, el canal supermercadista está manejado por un puñado de grandes cadenas, mientras que en el exterior apenas cinco países captan el 80% de las exportaciones (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Brasil y Países Bajos).

"Hoy la concentración de proveedores y de clientes lleva sin remedio a que las únicas bodegas medianas y chicas que van a sobrevivir serán las que logren diferenciación", dice Rafael Squassini, director comercial de Bodega Dante Robino, cuya marca emblema es Novecento. "La recesión y la inflación hacen que todo este proceso se acelere. Las firmas que tienen menos espalda para soportar la coyuntura son propensas a ser compradas por los grandes jugadores."

Según Susana Balbo, presidenta de Wines of Argentina (la cámara que representa a las bodegas exportadoras y promociona el vino nacional en el exterior), hoy son pocas las empresas a las que les dan los números para exportar vinos del segmento de precios más bajos, que rondan los US$ 10 en góndola y son los que hicieron fuerte al país en el exterior. "En el mercado interno también estamos apretados -señala Balbo, enóloga y dueña de la bodega Dominio del Plata-, porque nos aumentan los costos al ritmo de la inflación y el bolsillo del consumidor no convalida la suba de precios de nuestro producto."

En los 90, una importante transformación

Para llegar a este cuello de botella hizo falta que corriera mucho vino por las barricas. Hacia fines de los años 90, la Argentina comenzó una importante transformación en su industria vitivinícola: pasó de producir vinos genéricos de baja categoría a varietales de calidad, con una fuerte apuesta al malbec y al mercado externo. Esa reconversión significó una inversión de US$ 2500 millones, base de lo que en pocos años se convertiría en el boom del vino argentino.

A partir de 2001, luego de la fuerte devaluación en la economía local, los proyectos se aceleraron, ya que el país, además de ofrecer tasas de retorno relevantes para inversores y productores, contaba con tres varietales únicos, con potencial para conquistar el paladar internacional: malbec (que sólo aquí supera en sabor al producido en la propia Francia, de donde es originario), torrontés y bonarda. Tentadas por esta oportunidad, las nuevas inversiones no tardaron en llegar: en los últimos 10 años hubo un desembolso en el sector de US$ 1500 millones, provenientes de argentinos, norteamericanos, portugueses, franceses, chilenos, italianos y españoles.

Hacia fines de los 90 comenzó una importante transformación en la industria: se dejó de producir vino genérico de baja categoría para producir varietales de calidad; fuerte apuesta al malbec y al mercado externo. Balbo habla de un "regalo" que este sector, que paga al Estado 5% de retenciones a las exportaciones, le hizo al país. "Fue el logro de una actividad muy bien organizada por la vocación de sus empresarios de tener una repercusión a nivel mundial -destaca-. Ese trabajo hizo que la industria estuviera lista en 2002 para recibir los beneficios de la devaluación y empezara a crecer a cifras de 30% por año."

En la actualidad, el panorama es sombrio

En la actualidad, el panorama es más bien sombrío para un sector que representa el 1,3% del producto bruto interno (PBI). La caída de la competitividad lleva a perder mercados que costaron sudor y lágrimas, relega al país respecto de sus grandes competidores, retrasa la inversión en tecnología, compromete la próxima cosecha de uva, lleva al cierre o venta a varias de las 1300 bodegas que hay en el país y pone en peligro a una actividad que emplea a 400.000 personas.

Los números son claros. Por primera vez en la década, en 2013 cayó la facturación por exportaciones. Según datos de laconsultora DNI (Desarrollo de Negocios Internacionales), que dirige Marcelo Elizondo, en 2005 se exportó por US$ 302 millones; en 2006, por 379 millones; en 2007, 481 millones; en 2008, 622 millones; en 2009, 640 millones; en 2010, 733 millones; en 2011, 835 millones, y en 2012, 918 millones. El año pasado cerró con US$ 866 millones, y se estima que 2014 lo hará con un 5% menos, es decir, US$ 823 millones.

Esto no es lo peor. El lugar que se pierde en un mercado es rápidamente ocupado por otro. Ricardo Rebelo, CEO de Finca Flichman, perteneciente al grupo portugués Sogrape, dice que en este momento ganan terreno España, Italia, Australia y Chile. "Es una lástima. Tenemos el malbec argentino, que es lo que todo el mundo busca, pero perdemos plazas por condiciones económicas que son muy difíciles de manejar", se lamenta.