Tiene 70 campañas como arrocero y no quiere perder más hectáreas: "Los costos son muy elevados"
El planteo del "Blanco" Eguel, un productor que no se rinde, se enfrenta a las elevadas tarifas de electricidad.
Foto: Federación Agraria Entre Ríos.
No es fácil seguirle los pasos al "Blanco" Eguel, un productor de 85 años que ya acumula unas 70 campañas como arrocero. Es nieto de un inmigrante ruso que llegó a la Argentina desde el Volga. Conforma una empresa familiar, junto a su hijo y yerno, en donde, si bien el fuerte es el arroz, también hace soja y otros cultivos y ganadería.
Desde su campo (Colonía Elía) en Herrera, Departamento de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, José "Blanco" Egel conserva y practica el legado que le dejaron sus mayores que es el de cultivar la tierra, legado que le transmitió a sus hijos.
"Teníamos una lámpara para 6 que vivíamos en una pieza, cuidando siempre de que no rompiera el tubo porque no había plata para reponerlo", cuenta a Federación Agraria filial Entre Ríos. Clase 36, José es la cabeza de la familia, el que armó todo en largas décadas de trabajo.
José cuenta en una calurosa jornada de lunes, en la zona rural de Colonía Elía donde se encuentra la arrocera, que tiene muchas expectativas con las 250 hectáreas de arroz: "Estamos en la parte más linda con el arroz espigado, esperando que madure, que llegue la hora de la trilla y que tenga un precio razonable".
Con una sensación térmica se hacía sentir, Alejandro, uno de los hijos, limpiaba el radiador de una vieja camioneta, Raúl otro de los hijos, realizaba otra labor. También se encontraba Nora, quien se encarga de todo lo relacionado a tareas administrativas y de organización. Desde FAA Entre Ríos, autores de la historía, destacan que en el lugar se aprecian herramientas -ninguna nueva- por todos lados.
En el campo también se ve una casa con un par de habitaciones para pernoctar en tiempos de más actividad y un galpón en donde se montó un taller artesanal que los mismos Egel construyeron y utilizan.
"Blanco" Eguel trabaja con 4 bombas que el mismo diseñó y puso en funcionamiento. Aunque, destaca, el “precio de la energía eléctrica es muy elevada y cada vez se hace más difícil trabajar”.
En este sentido, remarca que lleva “setenta años trabajando como arrocero" y que un campo que trabajaba con “los canales hechos, los barretones, todo”, tuvo que dejarlo: "No me daban los números para pagar la energía”. "Tuvimos que guardar los motores en el galpón”, cuenta y recuerda que lloró cuando se retiró de ese campo: "Allí sembraba 700 hectáreas, dejé parte de mi vida”.
"Armar una estructura en un campo para sembrar arroz no es fácil, requiere mucho sacrificio, horas y horas de trabajo que terminaron siendo casi en vano”, añade.