La transformación de la cuna de la cosechadora (y del contratista)

Hace 100 años, de la localidad salió la primera cosechadora de Sudamérica

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La transformación de la cuna de la cosechadora (y del contratista)
20deAgostode2021a las08:21

San Vicente se ganó el título de cuna de la cosechadora gracias a una innovación de los hermanos Juan y Emilio Senor hace 100 años, cuando en su pequeña herrería fabricaron la primera máquina de trilla mecanizada de Sudamérica. En el pueblo también nació el contratista de trilla y llegaron a convivir tres establecimientos fabriles de cosechadoras dotando a su pequeña población de más de 800 empleos industriales durante la década del ‘60. Hoy, ya no se producen máquinas de trilla, pero la flamante ciudad de San Vicente, en el centro oeste de Santa Fe, renovó sus títulos y tiene entre sus vecinos a un laboratorio que exporta fármacos veterinarios a razón de US$ 10 millones por año. En otras palabras, es la localidad que más medicamentos para animales per cápita exporta en todo el país. 

“Estamos en una región de emprendedores de origen piamontés y creo que San Vicente supera la media porque tiene una gran capacidad para reinventarse”, dispara Miguel Roatta, vicepresidente comunal y fundador de AgroAr, firma de implementos agrícolas de la ciudad. “Hubo un tiempo que el 50% de las cosechadoras de Sudamérica se producían en San Vicente. Y si bien ya no quedan fábricas de cosechadoras, esa inventiva no se reduce al sector metalúrgico. Las múltiples industrias son producto de ese poder de resiliencia que tiene nuestra población”, agrega quien empezó de cero en 1984 y hoy suma 40 colaboradores, en una nave industrial de más de 5000 m2.

Para Gonzalo Aira, presidente comunal de la localidad que en los papeles ya es ciudad, señala que, “el mayor desafío es poder desarrollar el parque industrial, un proyecto sobre 15 hectáreas que aún debe superar varias instancias, pero que, a partir de la articulación público-privada, significará la radicación de nuevas industrias y oportunidades para los más de 8000 vecinos que hoy viven en San Vicente”. 

San Vicente: emprendedores, con nombre y apellido

Muchas historias están contadas por héroes anónimos, pero en San Vicente los emprendedores que supieron desarrollar una industria pujante tienen nombre y apellido. Si en la herrería de los hermanos Juan y Emilio Senor se gestó la primera cosechadora mecanizada de tracción a sangre de toda Sudamérica, fue en los herederos de Simón Boffelli, su primer comprador, y don Andrés Bernardín, uno de los primeros empleados, donde se encuentran los protagonistas fundacionales de lo que serían las tres fábricas de cosechadoras que, en la década del ‘60, dotaron a San Vicente de un nuevo título como la localidad que más acero per cápita consumía en Argentina. 

“A la innovación de los hermanos Senor, Bernardín sumó la propia con la plataforma a la derecha y no al frente porque así generaba menos pérdida en la recolección. Ambas eran tiradas por caballos”, repasa los hechos Luciano Prosperi, realizador audiovisual y autor del documental “Tracción a sangre” que rescata la historia próspera de San Vicente, como cuna de la cosechadora.  

“Si bien no tuvo una fábrica, como Senor, Bernardín y Boffelli, Lorenzo Flamini también creó su prototipo y produjo algunas unidades en la década del ‘30. Es por eso que siempre se dice que San Vicente tuvo cuatro firmas de cosechadoras”, aclara Prosperi que, a su vez, es hijo de quien fuera un colaborador de extrema confianza de la familia Senor. “Hubo dos grandes etapas en Senor, la de don Antonio Gino, diseñador de los modelos y mejoras de las máquinas; y una segunda etapa con José Luis Prosperi y otros jóvenes inventores que se sumaron en 1966”, agrega. 

Con el crash del ‘29, pronto llegaría una nueva innovación y con eso otro título para este pequeño pueblo santafesino. “Somos la cuna del contratista de trilla en el mundo porque a partir de esa crisis, las fábricas estaban llenas de stock y es así que surgió la idea de entregarles máquinas a mecánicos o empleados que sabían hacerlas funcionar para que salgan a prestar el servicio de trilla y puedan pagarlas a plazo”, señala Roatta otro de los hitos de San Vicente que pone a prueba su resiliencia. “A fines de la década del ‘90, San Vicente llegó a ser la localidad del mundo con más cosechadoras per cápita con 220 máquinas. Hoy quedan 120, pero con mucha mayor capacidad de trilla que aquel entonces y en manos de al menos  40 contratistas que vuelcan esa riqueza en el pueblo”, enfatiza el industrial que, en sus inicios, vendía maquinaria agrícola de terceros.