Arrancaron con US$ 6000 de su abuelo y llegaron a montar una fábrica para exportar: la historia de los hermanos "pochocleros"
Le agregaron valor al maíz pisingallo y crearon una marca que abastece a los principales cines y cadenas de supermercados del país
Pochoclo, pororó, palomita, pururú, pipoca. Este snack, tan simple como nutritivo, es uno de los alimentos más populares del mundo. Pero detrás de este infaltable en las salas de cines, hay un agregado de valor a una cadena productiva: el maíz pisingallo.
Argentina es el principal exportador mundial de este grano, que es considerado una “especialidad”, con una producción de 250 mil toneladas, del cual el 90 % se exporta.
Si bien el pochoclo no se come tan masivamente en nuestro país como las papas fritas u otros snacks, lo cierto es que es una alternativa rica y saludable, que va ganando terreno. Se los puede ver en dietéticas, almacenes, supermercados, bares y eventos que eligen esta opción que además es apta para celíacos.
De maíz a pochoclo: cómo nació Biggys
Hace 17 años, los hermanos Camero, nacidos en Ramallo pero criados en Capital Federal, tuvieron una visión. Cuando terminaron la escuela se recibieron de técnicos en Electrónica y luego de pasar por algunos trabajos decidieron armar algo propio: “Teníamos 21 y 27 años, éramos pibes de barrio con el sueño de la casa propia. Pero trabajando de empleado no lo íbamos a lograr, tampoco queríamos irnos a vivir al exterior. Quisimos quedarnos y apostar por un emprendimiento propio”, contó Germán Camero, cofundador de Biggys Snacks.
Un amigo del hermano que tenía un campo en Marcos Juárez le ofreció vender maíz pisingallo a las cadenas de cine. Mientras vendía vio una oportunidad de negocio. En ese momento nadie en el país le agregaba valor a ese producto y se le ocurrió vender pochoclos listos para consumir no solo a cines sino video clubes: “Empezamos en bicicleta, buscando clientes, cuando sacamos la primera tanda de pochoclos íbamos con el auto de mi tío, un Golcito, video club por video club. En ese momento había 1800 en toda la Argentina. Creamos el concepto del cine en casa”.
Germán contó que al principio no fue nada fácil: “Entrábamos a producir 5 am, dormíamos la siesta sobre las bolsas de maíz y azúcar y después repartíamos hasta las 9 de la noche. Le llenamos la casa de olor a pochoclo a mi mamá durante meses hasta que un amigo nos prestó un lugar de 3x5 en un local de una galería cerrada, donde pusimos una bandeja metálica y una popera que le compramos al zoológico de Buenos Aires. La canjeamos por dos toneladas de maíz. Como éramos técnicos, las arreglamos nosotros, hicimos control de temperatura, le mejoramos la resistencia, la pulimos y la prendimos”
Así arrancaron, sin marketing, sin análisis de competencia, sin planificación, pero con un objetivo claro: hacer un pochoclo rico y que la gente los busque por la calidad del producto: “Estuvimos 6 meses probando recetas. Teníamos una familia amiga que eran fanáticos de los pochoclos así que eran nuestros testers. Compramos 10 mil cajitas de cartulina, una diseñadora amiga nos hizo el diseño”.
Cómo eligieron el nombre de la marca es un dato curioso: “Biggys surge de mi primer trabajo en McDonalds. Antes no había computadora, entonces cuando estaba en la cocina gritaban ´me das un biggys´(un big mac). No estaba registrada la palabra. Hicimos un focus group en ICQ y les gustó. Yo había empezado a estudiar Economía en la Facultad y en la materia de Publicidad empecé a ver que las marcas debían ser cortas, de fácil recordación. El pochoclo es americano así que elegimos un nombre que fuera por ese lado”.