Torció la crisis, inventó un sistema de turismo rural y hoy triunfa en el mundo gracias a su mirada
Volver a los orígenes fue la clave del éxito para Guillermo Srodek Hart, el fotógrafo que con el campo como fuente de inspiración lleva los valores argentinos al extranjero
Para algunos, la fotografía es el arte de inmortalizar el tiempo. Pero para otros, como Guillermo Srodek Hart, es “un pasaporte a la libertad”. Con esta premisa es que el hombre cambió su destino a raíz de la crisis de 2001, inventó su propio sistema de turismo rural y hoy es reconocido en todo el mundo gracias a su mirada única sobre el campo.
Si bien la pasión por esta disciplina comenzó cuando estudiaba artes en Boston, Estados Unidos, fue un fenómeno turístico que se dio a raíz de la crisis del 2001 en Argentina lo que lo motivó a emprender un camino sin retorno.
Guillermo, de 45 años, recuerda que en aquel momento venía gente de todas partes del mundo a comer asado, a bailar tango y a comprar cosas de cuero simplemente porque la economía estaba muy devaluada, pero para él “la Argentina era otra cosa”.
Ante una necesidad de revalorizar “un país que estaba más oculto”, el fotógrafo aprovechaba sus visitas entre julio y agosto para irse al campo y manejar: “Me inventé mi propio sistema de turismo, mis propias hojas de ruta. En vez de ir en línea recta en un viaje de seis horas, me tomaba tres días a propósito por los pueblitos y con los conocimientos que yo traía de afuera empecé a retratar lugares que sentía que estaban desapareciendo. Olvidados y fuera de la concepción extranjera”, explica en diálogo con Agrofy News.
La misión de honrar oficios
Su infancia, en el campo familiar cerca de Tres Arroyos, no solo le despertó el amor por los paisajes rurales, sino que además le hizo valorar mucho más la cultura del trabajo. Fue justamente ese respeto por el oficio lo que llevó a capturar imágenes de una manera muy particular.
Por un lado, Guillermo utiliza una técnica antigua que aprendió en los Estados Unidos, que consta de una cámara con caja de madera, fuelle, lente fijo y manto negro, que le aporta al resultado final un valor artesanal muy especial. Por el otro, se vale de la última tecnología de los drones para localizar construcciones perdidas y así documentar de manera panorámica. Esta combinación de métodos, viejos y nuevos, le da a sus obra un toque único y muy personal.
“Soy de la idea de que el disfrute se tiene que poder sostener en el tiempo. Yo disfruto mucho del proceso fotográfico y no del simple hecho de sacar una foto. Disfruto de hablar con la gente, de manejar por el camino de tierra, de perderme y encontrarme, de entrar en un campo y preguntar. Toda esa aventura es parte de la foto para mi”, resume Guillermo.