Su hijo tiene parálisis cerebral, los caballos lo ayudaron a caminar y ahora lucha por una ley de equinoterapia
Elena Cataldi busca que el tratamiento esté incluído dentro de las prestaciones médicas obligatorias
“La equinoterapia le cambió la vida a mi hijo; quiero que, todo aquel que necesite, pueda mejorar su calidad de vida a través de este método”, sostiene a Agrofy News Elena Cataldi, creadora de la fundación Equinoterapia del Azul e impulsora de un proyecto de ley para regular la actividad e incluirla en las prestaciones médicas obligatorias. Su hijo, quien debido a un diagnóstico de parálisis cerebral, había recibido el pronóstico de que no iba a poder caminar, hoy no solo camina, sino que también baila y anda a caballo. Entonces, Elena se pregunta: “¿Cómo no querer que todas aquellas personas que lo necesitan puedan acceder a ella?”
"Panchi" y la superación del pronóstico
Elena es salteña y proviene de una familia ligada al agro. “Mi mamá y papá siempre fueron amantes de los equinos, y a mis hermanos y a mí siempre nos gustaron muchísimo”, confiesa Elena, quien es técnica en administración agropecuaria. “Lo mío siempre fue el campo y los caballos. Después la vida te va a llevando por otros caminos, y entré en este mundo de la rehabilitación, a raíz de mi historia personal”, cuenta.
Todo surgió cuando nació su tercer hijo, Francisco, quien en la actualidad tiene 23 años. Cuando "Panchi" tenía dos meses, tuvo un paro respiratorio que le dejó secuelas neurológicas importantes, por lo que fue diagnosticado con parálisis cerebral. “Arrancamos el camino de rehabilitación, lo llevábamos al Fleni y ahí nos hablaban de la terapia con caballos y todos los beneficios que tenía en las distintas áreas de desarrollo. Yo no sabía, porque para mí eran una herramienta de campo”, recuerda. A raíz de la recomendación de los terapeutas y médicos, Elena comenzó a estudiar sobre la equinoterapia, hizo cursos y se capacitó. Como los equinos eran algo “super a mano”, para ella, dado que vivía en un campo ganadero en el partido bonaerense de Azul, donde criaba criollos, no dudó en comenzar a practicar el método con Panchi.
“Él era muy bebito, tenía cuatro meses cuando lo empecé a subir al caballo conmigo. Siempre mostraba motivado no solo por andar, sino también por estar en compañía de ellos. Hasta el día de hoy, es el mejor programa que le podés hacer”, asevera.
Entre los animales que más marcaron a su hijo, está El Tata, que era un criollo “especial” y muy receptivo. “Fue compañero de Panchi de camino. Él estaba todo el día con el caballo, no solo cuando lo hacía andar. Lo llevaba con bozal, como un perro. Estaba horas y horas”.
El tiempo pasó y cuando su hijo tenía cinco años, algo hizo click en la cabeza de Elena. Los médicos del Fleni le dijeron que Panchi había superado enormemente lo que se esperaba de él: por el daño neurológico que tenía, la expectativa era que nunca caminara. “Ese día fue muy importante, porque me fui con la inquietud de lo increíble que era que el andar a caballo le haya cambiado el pronóstico y la vida. Me fui pensando cómo esto puede ayudar a mejorar tanto, y muchos no lo saben o no tienen acceso a estos animales”.