Manejo de malezas con agroquímicos: la agrónoma que advierte que "5000 hectáreas bajo la decisión de una sola persona es mucho"
Para el control de malezas, "tiene que haber también un contexto político y económico que acompañe a una mayor presencia de colegas formados en el territorio", destaca Jorgelina Montoya
Con la resistencia de las malezas a los herbicidas y sus mutaciones como tópico transversal y la necesidad de un Manejo Integrado de Malezas como camino a desandar con más profundidad, finalizó el IV Congreso Argentino de Malezas- ASACIM, organizado por la Consultora SEMA y con la participación de más de 700 profesionales de varios países de Latinoamérica y Estados Unidos.
El encuentro desarrollado en Mar del Plata reflejó la integración de la academia, la industria y la producción como base para contribuir a sistemas agropecuarios que garanticen compatibilizar la generación creciente de alimentos con el menor impacto ambiental y social.
Pasaron por el estrado profesionales EEUU, Brasil y Argentina, ante un público donde también se encontraron técnicos, empresarios, estudiantes de Uruguay, Colombia, Bolivia y Paraguay, que pudieron acceder a 108 posters y 72 exposiciones orales en 48 horas.
Se trata del principal evento científico-tecnológico del año de esta especialidad donde el encuentro permitió intercambiar experiencias y conocimientos con los mejores especialistas locales e internacionales.
MESA REDONDA: AMBIENTE, SOCIEDAD Y EDUCACIÓN DE LA CIENCIA DE LAS MALEZAS (ASE)
Con Javier Crespo (INTA-UNR) como moderador, comenzó la última etapa del Congreso. La charla “Mitigación del impacto de los herbicidas en el ambiente”, estuvo a cargo de su colega Jorgelina Montoya (INTA), quien profundizó en la importancia de contener los desbalances en el uso de herbicidas, las fugas de los productos fitosanitarios que producen degradación ambiental o comprometen la funcionalidad de los ecosistemas y la salud del suelo.
“Es importante centrar los esfuerzos en utilizar las mejores prácticas de gestión de los PFS (productos fitosanitarios) para minimizar las fuentes de errores y maximizar la precisión de la aplicación manteniendo la sostenibilidad del medio ambiente (Mathews et al. 2014)”, enunció. Al respecto, destacó la aplicación de buenas prácticas agropecuarias, porque “el marco que permite mitigar los efectos negativos son las normativas y reglamentaciones”, regidas por el Senasa.
“En nuestro país la clasificación toxicológica es de acuerdo al producto formulado, si bien tiene que ver con la toxicidad aguda, nos quedamos aún cortos con la crónica. Ahí hay grandes interrogantes y mucho por desarrollar”, apuntó y también destacó la necesidad del trabajo del ingeniero agrónomo, la capacitación de los operarios, conocer la información sobre los aspectos relacionados con las tecnologías de aplicación y mitigación de la deriva, “que hay mucha”, aplicar tecnología de cultivos, usar menos la intensificación sostenible “No es lo mismo lo que puedo hacer en La Pampa, Santa e, Balcarce o Chaco, cada vez necesitamos más conocimiento y más gente en el campo. Tenemos que tender a reducir la contaminación, pero debe ser generada la información en cada sitio específico”.
Otras acciones enumeradas fueron la “rotación de cultivos para mitigar el escurrimiento, interrupción de los cultivos de cobertura con distintas estrategias que evitan herbicidas como los rolos, el manejo de malezas con implementos mecánicos de mínima remoción cuidando el suelo, estrategias de tipo estructural, generar zonas de amortiguación y resguardo como cortinas forestales, franjas ribereñas y lacustres que evitan que se propaguen residuos; el ordenamiento territorial, el manejo de los residuos sobre el que se están implementando biobets, camas biológicas para mitigar contaminaciones puntuales”.