El ciclo de los commodities
06deMayode2000a las09:02
HECTOR A. HUERGO. De la Redacción de Clarín Rural
El ciclo de los commodities requiere paciencia. Esta reflexión dealgunos veteranos analistas de Washington cae antipática cuando se lanza en elmedio de la depresión de los precios agrícolas. Pero su profundo contenidoqueda ahora subrayado con un grueso trazo de evidencias. Los principales granoshan trepado hasta niveles impensados dos semanas atrás. Es cierto que todavíano se puede cantar victoria, porque la volatilidad es muy alta. Pero los eventosde los últimos días, con la suba de la soja y el maíz, destruyen la idea deque los commodities siempre bajan.
Este prejuicio está profundamente calado en la sociedad, donde la idea deldeterioro de los términos de intercambio sedujo y sigue seduciendo a la mayorparte de los economistas y comunicadores. Es lo que dio sustento al tremendoerror de las retenciones a las exportaciones agrícolas, el mecanismo paratransferir la renta del agro a otros sectores considerados más dinámicos.
El fin de las retenciones desnudó la pifiada histórica. En la década del 90el agro duplicó su producción. El motor fue el cambio tecnológico, quehabía estado limitado durante décadas a las prácticas de "costocero", que permitían subsistir a los productores, pero con bajísimoimpacto en los rendimientos. Una de las consecuencias fue que se estancaron lasexportaciones, acrecentando la vulnerabilidad externa de la economía argentina.Y finalmente el esquema reventó, con la profunda crisis de 1988.
íQué paradoja! Ese año, precisamente, se había producido una fenomenal sequíaen los EE.UU. Los precios se fueron a las nubes, pero ni los productores ni elEstado lo pudieron aprovechar, porque gracias a las retenciones se habíasembrado poco y mal. El país no tuvo cosecha y el gobierno entró en tirabuzón,con crisis fiscal por falta de ingresos vía exportaciones, y en cesasión depagos al exterior. Por otro lado, los chacareros nunca se enteraron queel maíz se había ido a 200 dólares y la soja a 400, porque aquí había tipode cambio diferencial para el agro. Entonces entraron en la década del 90descapitalizados, haciendo que la reconversión inexorable fuese mucho más durade lo necesario.
A mediados de la década, ya con el agro lanzado hacia nuevos paquetes tecnológicos,bajo el común denominador de la intensificación, llegaron dos años de buenosprecios y la producción saltó de 45 a 65 millones de toneladas. Y aúncuando la crisis asiática de 1997 derrumbó las cotizaciones de todos loscommodities, bajando al 50% en un año, la producción no bajó de 60 millonesde toneladas. Se había creado un nuevo piso de competitividad, con las pampascreciendo más rápido que ninguna otra región agrícola de la Tierra. Esosostuvo el envión de las exportaciones, que pasaron de 10.000 a 25.000 millonesde dólares en la década con un aumento en la participación de los productosagroindustriales, que ahora explican el 65% de los embarques al exterior.
Con Asia de nuevo en auge, la demanda retomó su fuerza. Viene increscendo en los últimos meses, en una región con mucha gente y poca tierra,que depende de las importaciones de alimentos básicos (granos, aceites yharinas proteicas). Y a ello se añade este pronóstico de sequía. Esto agarraa los chacareros pampeanos con una buena cosecha, de la que han vendido sóloparte para achicar pasivos. Mejorarán sus ingresos y, sobre todo, su estado deánimo. Ya se nota en la reactivación de las ventas de maquinaria agrícola.
La siembra de soja se presupuestó en 1999 con un precio de 140 dólares, un númeroexiguo pero viable gracias a las nuevas variedades RR. Ahora vale 185 y lademanda no afloja. El maíz también subió 15 dólares. Son los cultivos queincorporaron más tecnología. Y el motor de un creciente racimo deindustrias que parten de la enorme competitividad internac
El ciclo de los commodities requiere paciencia. Esta reflexión dealgunos veteranos analistas de Washington cae antipática cuando se lanza en elmedio de la depresión de los precios agrícolas. Pero su profundo contenidoqueda ahora subrayado con un grueso trazo de evidencias. Los principales granoshan trepado hasta niveles impensados dos semanas atrás. Es cierto que todavíano se puede cantar victoria, porque la volatilidad es muy alta. Pero los eventosde los últimos días, con la suba de la soja y el maíz, destruyen la idea deque los commodities siempre bajan.
Este prejuicio está profundamente calado en la sociedad, donde la idea deldeterioro de los términos de intercambio sedujo y sigue seduciendo a la mayorparte de los economistas y comunicadores. Es lo que dio sustento al tremendoerror de las retenciones a las exportaciones agrícolas, el mecanismo paratransferir la renta del agro a otros sectores considerados más dinámicos.
El fin de las retenciones desnudó la pifiada histórica. En la década del 90el agro duplicó su producción. El motor fue el cambio tecnológico, quehabía estado limitado durante décadas a las prácticas de "costocero", que permitían subsistir a los productores, pero con bajísimoimpacto en los rendimientos. Una de las consecuencias fue que se estancaron lasexportaciones, acrecentando la vulnerabilidad externa de la economía argentina.Y finalmente el esquema reventó, con la profunda crisis de 1988.
íQué paradoja! Ese año, precisamente, se había producido una fenomenal sequíaen los EE.UU. Los precios se fueron a las nubes, pero ni los productores ni elEstado lo pudieron aprovechar, porque gracias a las retenciones se habíasembrado poco y mal. El país no tuvo cosecha y el gobierno entró en tirabuzón,con crisis fiscal por falta de ingresos vía exportaciones, y en cesasión depagos al exterior. Por otro lado, los chacareros nunca se enteraron queel maíz se había ido a 200 dólares y la soja a 400, porque aquí había tipode cambio diferencial para el agro. Entonces entraron en la década del 90descapitalizados, haciendo que la reconversión inexorable fuese mucho más durade lo necesario.
A mediados de la década, ya con el agro lanzado hacia nuevos paquetes tecnológicos,bajo el común denominador de la intensificación, llegaron dos años de buenosprecios y la producción saltó de 45 a 65 millones de toneladas. Y aúncuando la crisis asiática de 1997 derrumbó las cotizaciones de todos loscommodities, bajando al 50% en un año, la producción no bajó de 60 millonesde toneladas. Se había creado un nuevo piso de competitividad, con las pampascreciendo más rápido que ninguna otra región agrícola de la Tierra. Esosostuvo el envión de las exportaciones, que pasaron de 10.000 a 25.000 millonesde dólares en la década con un aumento en la participación de los productosagroindustriales, que ahora explican el 65% de los embarques al exterior.
Con Asia de nuevo en auge, la demanda retomó su fuerza. Viene increscendo en los últimos meses, en una región con mucha gente y poca tierra,que depende de las importaciones de alimentos básicos (granos, aceites yharinas proteicas). Y a ello se añade este pronóstico de sequía. Esto agarraa los chacareros pampeanos con una buena cosecha, de la que han vendido sóloparte para achicar pasivos. Mejorarán sus ingresos y, sobre todo, su estado deánimo. Ya se nota en la reactivación de las ventas de maquinaria agrícola.
La siembra de soja se presupuestó en 1999 con un precio de 140 dólares, un númeroexiguo pero viable gracias a las nuevas variedades RR. Ahora vale 185 y lademanda no afloja. El maíz también subió 15 dólares. Son los cultivos queincorporaron más tecnología. Y el motor de un creciente racimo deindustrias que parten de la enorme competitividad internac