Los ganadores y los perdedores de la devaluación
Tras la puesta en marcha del nuevo régimen cambiario, el lento traslado a precios (35% en términos minoristas y casi 100% en mayoristas) de la depreciación nominal de la moneda doméstica (cercana al 260%) provocó una sensible mejora del tipo de cambio real.
No obstante, los clásicos efectos comerciales de cualquier devaluación (enrarecimiento de productos importados y abaratamiento de productos nacionales en el exterior) sólo se hicieron sentir por el lado de las compras externas (que caen un 60% interanual), ya que las exportaciones apenas crecen un 2% en términos físicos y caen un 5% en valor.
Claro está, este comportamiento está relacionado con otros aspectos de la crisis económica, ya que la devaluación no fue un hecho aislado sino que estuvo acompañada del default de la deuda pública y de la paralización del sistema financiero. En otras palabras, el modesto comportamiento exportador está más vinculado a la falta transitoria de crédito provocada por el trauma financiero que soportó nuestro país, que a problemas de competitividad de nuestros productos (la restricción es más de oferta que de demanda). No caben dudas entonces, que una vez normalizada la situación financiera, el sector productor de transables podrá sacar provecho del nuevo set de precios relativos.
Pero más allá del comportamiento agregado, y aunque resulte prematuro tratar de establecer tendencias sectoriales de largo plazo, pueden identificarse algunas actividades favorecidas por la nueva paridad cambiaria, que en algunos casos sirve para mostrar importantes incrementos de producción, y en otros apenas para compensar la aguda recesión interna.
