¿Qué puede esperar el Mercosur con el nuevo gobierno brasileño?

26deDiciembrede2002a las08:04
Roberto Bouzas. ECONOMISTA. PROFESOR DE LA UNIV. DE SAN ANDRES E INVESTIGADOR DEL CONICET.

La visita del presidente electo de Brasil a la Argentina y la cumbre de presidentes del Mercosur, Chile y Bolivia volvieron a poner al Mercosur en los titulares. Durante su visita, Lula insistió en la importancia que su gobierno le asignará al Mercosur, y aunque sus palabras no difieren de las del presidente Cardoso, corren con el beneficio de la duda.

La cumbre de presidentes en Brasilia, por su parte, no trajo mayores novedades. Además de la firma de un acuerdo marco con la Comunidad Andina (que en realidad confirma las dificultades para llegar a un acuerdo de libre comercio) y de la puesta en marcha de la Secretaría Técnico-Administrativa, el encuentro tuvo pocos resultados.

Aunque no podía ser de otra manera frente a los cambios inminentes de gobierno en Brasil y la Argentina, hace demasiado tiempo que el Mercosur está languideciendo.

Desde la devaluación del real en 1999, la explicación convencional para el languidecimiento del Mercosur es la crisis macroeconómica. No hay duda que ésta ha hecho las cosas más difíciles. Pero atribuir las dificultades del Mercosur al contexto macroeconómico es errar el diagnóstico. Y un diagnóstico erróneo no puede dar lugar a respuestas apropiadas.

Los problemas del Mercosur son anteriores a la crisis macroeconómica. Tal como lo demostró el período 1995-98, un contexto macroeconómico favorable y el rápido crecimiento de la interdependencia regional pueden acompañarse de una gran y creciente ineficacia normativa.

Durante esos años las favorables condiciones macroeconómicas no hicieron más que ocultar los obstáculos de fondo al proceso de integración regional. Si esos obstáculos no se encaran, no hay perspectiva de recuperación permanente en el dinamismo y la relevancia del Mercosur.

Los dos principales factores que explican la crisis actual del Mercosur son la gradual erosión de los objetivos comunes y la consecuente pérdida de foco y capacidad para jerarquizar los problemas de política subyacentes. La progresiva disolución de una visión de proyecto común y la pérdida de foco han transformado la agenda de negociación del Mercosur en una mera agregación de demandas nacionales. Si esta tendencia no se revierte afectará irreparablemente la credibilidad y las perspectivas del proceso de integración.

No todos los miembros del Mercosur participaron del proceso de integración regional movidos por los mismos objetivos. En efecto, detrás del Programa de Integración y Cooperación Argentina-Brasil, del Acta de Buenos Aires, del Tratado de Asunción y del Protocolo de Ouro Preto existieron distintas matrices de intereses nacionales diferentes pero consistentes.

Ninguna de estas matrices es permanente a lo largo del tiempo. Su supervivencia depende de la materialización de eventos contingentes (dependientes del paso del tiempo y del propio desarrollo del proceso de integración regional) y de su ajuste a circunstancias y objetivos cambiantes de política. En otras palabras, el mantenimiento del incentivo asociativo supone la no frustración sistemática de expectativas. En contraste, la experiencia del Mercosur, desde mediados de los noventa, muestra una manifestación recurrente de intereses y percepciones crecientemente divergentes.

Este argumento puede ilustrarse con ejemplos simples pero gráficos. Tradicionalmente se sostiene que la participación brasileña en el Mercosur ha estado motivada más por consideraciones estratégicas que comerciales. Esto explicaría en parte la inclinación de Brasil por un modelo de integración del tipo de "unión aduanera".

Para el resto de los mi