Una nueva visión del país

08deMarzode2003a las07:23

Héctor Marsilli. PRESIDENTE DE CARGILL.

Desde la perspectiva de nuestra Empresa, las posibilidades de un desarrollo económico sustentable de nuestro país, están indisolublemente ligadas a la expansión de las exportaciones del complejo agroindustrial, que incluye desde productos primarios hasta alimentos procesados.

En este contexto no tenemos duda alguna que toda medida de política económica, cualquiera sean sus objetivos, que afecten las posibilidades de expansión de la cadena agroindustrial argentina, no sólo conspira contra un crecimiento económico y un desarrollo social más equilibrado, en especial en el ámbito rural, sino que sólo termina beneficiando a los principales competidores de Argentina.

En este marco, la mejor política económica que se puede adoptar para el sector será aquella que brinde reglas estables, que permita que el productor perciba la mayor proporción posible del precio internacional, que dispute con energía a otros países la apertura de sus mercados para nuestros productos y que no ponga barreras que traben la incorporación de nuevas tecnologías.

En síntesis, el país requiere una visión nueva, apuntando a políticas que no utilicen al complejo agro-industrial como una fuente de financiamiento sino que le permitan que libere su potencial y voluntad de producir.

Criterios de esas características posibilitarán la liberación de inversiones que se encuentran demoradas por la falta de certidumbre sobre los lineamientos que regirán en el futuro, y esos interrogantes tienen mayor peso en nuestras decisiones empresarias que las perspectivas del mercado mundial.

Sobre este último aspecto, nuestra perspectiva es que la demanda mundial de alimentos, tanto de carbohidratos como de proteínas, mantendrá en el futuro una constante tendencia de aumento. Esto es una extraordinaria oportunidad para la Argentina, sobre todo por la expansión de la demanda de harinas proteicas y aceites vegetales.

Consideramos que nuestro país ha desarrollado una plataforma , como es la industria aceitera, cuyo nivel de competitividad es superior al de otros países. En éstos, sus industrias de base agropecuaria no podrían sobrevivir sin los subsidios y protecciones que reciben.

En este contexto, creemos que no debemos abandonar el criterio de continuar invirtiendo a fin de acompañar el crecimiento de la demanda mundial. Así lo venimos haciendo desde nuestra radicación en la Argentina, en 1947. Serán las condiciones políticas imperantes en cada momento las que contribuirán a acelerar o retrasar tales inversiones.

La mayor parte de los rubros agropecuarios y agroindustriales tienen una excelente perspectiva. Sin embargo, la situación competitiva varía entre distintos productos, y no sólo por razones tecnológicas. Un buen ejemplo es lo que sucede con el maíz, donde la Argentina es desde hace años un fuertísimo competidor en el mercado mundial, detrás de Estados Unidos y, coyunutralmente, China.

En el ámbito doméstico y siendo el maíz un cultivo que exige mayores costos de implantación y manejo que su principal competidor que es la soja, claramente la falta de crédito para el productor constituye una barrera de difícil resolución sin la participación del sector financiero.

En lo que se refiere al ámbito externo, la próxima incorporación a la Unión Europea de los países de Europa Oriental introduce en un mercado ya distorsionado por subsidios a nuevos jugadores que podrán hacer uso de esos beneficios.

Existen desde nuestra perspectiva otras consideraciones que afectan las posibilidades de este cultivo y que en caso de no corregirse, pueden constituir un obstáculo.

En este aspecto, pueden destacarse como ejemplo, la necesidad de atender a las crecientes exigencias fitosanitarias que, a veces con criterios sanitarios y a veces con objetivos comerciales, están imponiendo los