Objetivo, harina más blanca
La existencia de tres diferentes alícuotas de IVA en la cadena del trigo, la harina y el pan es una fuente constante de evasión impositiva. El doctor Marcos R. Lagomarsino, que fue presidente de la Federación de la Industria Molinera, sostiene que esta situación ha llevado al sector a una crisis recurrente. La solución sería unificar la alícuota.
MARCOS R. LAGORMARSINO
La industria molinera argentina atraviesa por recurrentes crisis desde la instauración del I.V.A. Estas crisis se agravan por factores propios que atentan contra un sano desarrollo de las empresas institucionales. A pesar de ser una industria eficiente y competitiva, una evasión desenfrenada producto de una cadena de I.V.A. desarticulada y arbitraria, destruye la rentabilidad de las empresas.
En un mercado transparente de competencia perfecta, más de 100 molinos en todo el país elaboran un "cuasi-commodity" diferenciado por tenores de calidad y prestigio que juegan un rol secundario en relación con el precio. La existencia de un IVA en el trigo del 10,5%, en la harina del 21% y la inexistencia de IVA en el pan, genera un aliciente para la evasión de dimensiones insospechadas. El agregado de un 5% adicional de obligación de la percepción de IVA a cuenta para solamente 25 empresas molineras, y de un 2% de ingresos brutos, eleva la diferencia entre un evasor y una empresa institucional a un 28% directo, con abstracción de otros impuestos como Ganancias.
Nótese que al no estar el pan gravado, la suma de estas tasas resulta un costo para el panadero, que no puede descargarlo de ningún pago ulterior. Un commodity con una diferencia del 28% directo, no puede ser comercializado, y ninguna ventaja competitiva basada en mayores producciones o eficiencias puede compensarlo.
La desaparición, bancarrota o convocatoria de 15 de las mayores empresas molineras entre las primeras 20 del país en los últimos 10 años, dan cuenta de este flagelo, generado a partir de la creación del I.V.A. y la eximición al pan del mismo tributo. El sector panadero ha comprendido esta situación, ya que la evasión en su sector, producida por el tremendo aliciente mencionado, ha producido también una gravísima crisis, con la proliferación de ventas clandestinas y quebrantos.
De nada han servido las campañas de control de la evasión realizadas por sucesivos gobiernos con el apoyo económico y logístico de la Federación Argentina de la Industria Molinera. De nada ha servido la instalación de un controlador electrónico, instalado a costo de la propia molinería institucional, para la medición de las moliendas reales. Los volúmenes de producción de harinas son tales que la aplicación de estas enormes tasas producen un aliciente de una envergadura imposible de detener por cualquier tipo de vigilancias.
Ante esta situación, es necesario detenerse a pensar en medidas que beneficiando al público consumidor y a la población en general, impliquen la generación de un mercado de competencia leal y transparente. Es imprescindible la baja en los niveles de imposición del IVA para la harina, en correspondencia con el del trigo, así como la inmediata desaparición de la percepción a cuenta de IVA.
Aún en la circunstancia de gravar el pan, que sería lo ideal, se produciría una baja en el precio del producto final al consumidor, dada la posibilidad del panadero formal de desgravar de su precio el IVA que se le carga a la harina (que estaría reducido a los niveles del trigo).
Si bien las autoridades fiscales reconocen este punto, en cuanto al impacto sobre la población, su preocupación radica en la menor recaudación sobreviniente. Sin embargo, los estudios realizados han demostrado cabalmente que la menor evasión sobreviniente compensaría con creces la disminución de la tasa.
Esto es así