La respuesta es más soja

El avance de la soja en la Argentina es arrollador. La producción viene subiendo a un ritmo de 4 millones de toneladas por año, lo que significa a los precios actuales más de 800 millones de dólares extra cada campaña.

21deJuniode2003a las08:08

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El avance de la soja en la Argentina es arrollador. La producción viene subiendo a un ritmo de 4 millones de toneladas por año, lo que significa a los precios actuales más de 800 millones de dólares extra cada campaña. Este año, con una cosecha de 35 millones de toneladas, el valor de la producción rozará los 8.000 millones de dólares. Es por lejos el principal producto de la canasta exportadora.

Con retenciones del 20%, la soja le deja en forma directa unos 1.500 millones de dólares al fisco. Aparte, está lo que se debiera recaudar por ganancias (porque pese a las retenciones, queda algo de rentabilidad si se hacen las cosas bien y el tiempo ayuda). Quedan unos 6.000 millones de dólares que se derraman sobre todo el interior. Nadie puede discutir que el centro de gravedad de la economía argentina se ha corrido hacia el norte. Pero como Dios todavía no se mudó a Rosario y sigue atendiendo en Buenos Aires, son pocos los que comprenden el fenómeno. Y muchos los que recalan en sus inevitables paradojas. Debatamos de nuevo esta cuestión.

Se dice que la soja en la Argentina tiende inexorablemente al monocultivo. Recordemos que, desde su irrupción en las pampas, vino a sustituir el monocultivo cerealero (maíz y trigo), que había dejado fuera de combate a los mejores campos en las décadas del 70 y el 80. La "zona maicera" (¿se acuerda que se llamaba así?) de Pergamino-Colón-Venado Tuerto-Casilda no daba más, llena de sorgo de Alepo y gramón. Los suelos apelmazados por falta de materia orgánica, quemada en interminables barbechos de verano para "descansar" los lotes. Piso de arado por la pasada de rejas y discos. Hubo que apelar a la labranza vertical, pero igual todo se venía abajo. La alternativa era la rotación con ganadería, que permitía reponer materia orgánica, y atenuaba la fuga de nutrientes en un país que no fertilizaba (porque las retenciones y el exceso de protección a la industria de insumos generaban una ecuación totalmente antitecnológica).

La soja aportó una gran posibilidad, porque su alternancia permitiría interrumpir el ciclo de las malezas de verano. Esto se advirtió de entrada con el Treflán en doble dosis contra el Alepo. Y se consumó definitivamente con la dupla glifosato-RR, llave maestra del boom de los últimos años: desde su aprobación, en 1996, la producción se triplicó. Una firma de Felipe Solá cuando era secretario de Agricultura, significó seis años después un ingreso extra de casi 5.000 millones de dólares. Es veinte veces más de lo que significó haber reconquistado el mercado europeo de la carne, tras la aftosa.

La soja y su nuevo paquete tecnológico basado en la siembra directa permitió entrar en agricultura permanente, sin necesidad de rotar con ganadería. Los suelos en esta rotación están ganando materia orgánica, y rinden más cada año si, por supuesto, se le reintegran los nutrientes que se lleva cada cosec