El sistema no toma en cuenta la suba de costos en dólares
El esquema de retenciones móviles se aplica sobre la facturación, sin considerar el alza de insumos, como fertilizantes, maquinaria agrícola y arrendamientos. Además exacerba la concentración de ingresos en manos de la Nación. El 60% del superávit lo aporta la soja y todo el ahorro se obtiene por las retenciones. El auge de la soja llevó el aporte al Fisco de este producto a $ 19.000 millones.
Ningún sistema es perfecto. Si bien las retenciones móviles implican una mejora con respecto a la incertidumbre que generaban los incrementos discrecionales de alícuotas, las subas de costos y la variación de la rentabilidad del sector se consideran sólo en forma acotada. Los productores pagarán impuestos según los vaivenes del mercado internacional, aunque sus insumos, tales como fertilizantes y maquinaria agrícola, se encarezcan y muestren subas de dos dígitos, al igual que los salarios y los arrendamientos, entre otros gastos.
Pero no hay soluciones mágicas. Para que el Gobierno pueda apropiarse de la renta agraria extraordinaria, y al mismo tiempo tener en cuenta la estructura de costos de los productores, debería elevar el impuesto a las Ganancias para el sector primario. De esta forma, no sólo se estaría gravando la facturación (o exportación), sino la diferencia real entre ingresos y gastos.
Suena lógico que quienes ganen más paguen más de impuestos. Pero las retenciones se aplican sobre las ventas, y no sobre la ganancia real. Para el Tesoro tiene, no obstante, dos ventajas claves que contribuyeron a tomar la decisión anunciada ayer por el ministro de Economía, Martín Lousteau. Por un lado, los ingresos provenientes de los derechos de exportación no se coparticipan con las provincias. Es decir que toda la suba va directamente al bolsillo del Ejecutivo Nacional.