Intimidad de una decisión inesperada
El papel del ex presidente
Los últimos rezagados dejaban la quinta de Olivos. De repente, un hombre alto de traje cruzado azul y corbata roja se acercaba a paso lento. Ahí nomás lo agarraron. "Quédense tranquilos que el decreto de Carlitos es perfecto." Así consolaba imprevistamente Néstor Kirchner a un grupo de intendentes sedientos de fondos.
Carlitos es Carlos Zannini, secretario legal y técnico, el hombre que arma toda la ingeniería legal del matrimonio presidencial. El único, una vez más, que conocía de antemano el último golpe de efecto ideado por el ex presidente para encolumnar a los gobernadores, quitarles argumentos a los legisladores díscolos y dar por cerrado el pedido del campo para rebajar las retenciones a la soja, con una elección clave a la vuelta de la esquina.
Anochecía y los faroles de los jardines de la residencia empezaban a encenderse. El ex presidente salía de la habitual recova donde recibe a cientos de dirigentes para adoctrinarlos. Frente a las puertas de su oficina, endulzando los oídos de los políticos, LA NACION lo encontró casi por casualidad. Se le fue encima un grupo de jefes comunales de Santa Fe, provincia gobernada por el socialista Hermes Binner. Querían presentar sus quejas. En el tumultuoso y desordenado diálogo, criticaban al mandatario provincial por retacearles fondos a los municipios.